Victor W. von Hagen, estudioso del incanato, define con mucha claridad, pese a su indisimulado rechazo a la Civilización Incaica, el papel del Inca. He aquí su versión: “Luis XIV, el Rey Sol de Francia, se vio precisado a insistir que él era el Estado: “L’Etat c’est moi”. El Rey Sol del Perú, el Sapa Inca, jamás tuvo que recalcar eso: todo lo que había bajo el Sol le pertenecía; era una cosa conocida y aceptada por todos. Era un ser divino, que descendía en línea directa del Sol, el dios-creador; absolutamente todo –la tierra, el país, la gente, el oro (sudor del Sol), la plata (lágrimas de la Luna) — le pertenecían. Era absoluto. Era Dios. Su Imperio no era una teocracia teórica, sino real”.
El absolutismo europeo, palidecía ante lo absoluto del emperador Inca, a tal punto que sus vasallos, no tenían el derecho de mirarle a los ojos, so pena de ser castigados con la muerte.