La crisis generada por la caída de precios del petróleo tardará mucho tiempo en resolverse tanto en el mundo desarrollado y rico como en el de los pobres. Su incidencia y consecuencias se sentirá con mayor fuerza en los países pobres que no siempre tienen reservas a las que se pueda acudir en casos de emergencia o, peor, no cuentan con inversiones extranjeras ni capitales propios para mejorar su economía a través de la creación de fuentes de riqueza.
En el caso de nuestro país, la situación no es tan dramática si se tiene en cuenta que, por lo menos parte de los problemas, tendrán algún remedio con el ahorro que significan las subvenciones tanto a la gasolina como al diesel; son montos importantes que, año tras año, resultan un fuerte drenaje para la economía nacional, aunque por el lado de los ingresos, sufriremos una merma significativa ya que el gas que exportamos a Brasil y Argentina, están relacionados con el precio de derivados del petróleo, fuel oíl con el Brasil, el primer contrato, más diésel con la Argentina.
Existe siempre la esperanza de que las fuentes de producción de muchas materias primas, especialmente minerales -aunque con precios también deprimidos-, como en el caso de muchas industrias cerradas en pasados años, puedan reabrirse, reorganizarse y reiniciar producción; por otro lado, está el caso de la producción agroindustrial, como del azúcar, aceites, soya, arroz, maíz y otros que bien podrían mejorar especialmente si no tienen la competencia desleal del contrabando y otros hechos de corrupción.
El Gobierno tiene optimismo por la forma como maneja la economía, aunque tiene que descartar aquello del “blindaje” que fue, en su momento, una salida simplemente demagógica y que no tiene significado ni importancia alguna. Espera contar con los recursos necesarios para hacer frente a las obligaciones; pero, en todo caso, hay dos factores que bien podrían contribuir a superar la crisis.
Con la disciplina con políticas de ahorro, con prudencia en los gastos, con eficacia en las inversiones y con un manejo racional de la burocracia gubernamental evitando su incremento y, al contrario, tratando de reducirla, y, finalmente, actuando con honestidad y disciplina, es posible ganar muchas batallas; lógicamente se tiene que adoptar medidas muy enérgicas en contra del contrabando y del narcotráfico.
Todo lo dicho y que es posible llevar a cabo, se lo tiene que hacer con paciencia, que bien puede significar para las actuales circunstancias, planificar todo lo que se haga, no adoptar medidas a la rápida ni utilizando políticas del “dejar hacer y dejar pasar” que tan perniciosas han sido siempre. Es preciso planificar con eficiencia para que los resultados sean exitosos. Por supuesto, en lo que hagan las autoridades, tendría que ser en concomitancia con el sector privado porque sólo la unidad entre todos los factores de producción hará posible que cualquier política que se siga tenga éxito.
Finalmente, las organizaciones sociales también tendrán que armarse de paciencia y responsabilidad en sus planteamientos que no deben ni pueden llegar a extremos que ni el Gobierno ni la actividad privada podrían satisfacer.
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