Es innegable que uno de los hechos más positivos que hemos vivido desde octubre de 1982 – no obstante la dureza que hubo en políticas que buscaron cambiar sistemas de gobierno y vida y que, felizmente, no se han concretado del todo – es que hemos vivido en democracia: un sistema que es el mejor hasta ahora para la vida de los pueblos y mucho mejor para el gobierno de los mismos y que, de todos modos, siempre puede ser perfeccionado.
Sin embargo, hay que lamentar la presencia de factores y situaciones nocivas como las pugnas político-partidistas que dan a entender que sólo los antagonismos deparan ganancias; este es, a no dudarlo, un flaco favor que hacen al país y a los propios partidos quienes no quieren actuar con altura, decencia y honestidad y reconocer que el pueblo, en muchas de sus decisiones, los rechaza aunque hayan votado en elecciones por una u otra fuerza y que, si lo hicieron, fue en la esperanza de que hayan cambios efectivos de conducta.
Durante muchos años -tal vez desde la proclamación de la independencia en 1825- se ha lamentado por generaciones la falta de unidad, por factores nocivos que intranquilizan al país: la presencia de corrientes político-partidistas en permanente pugna sea porque están en el poder o aspiran al mismo; otros factores como el contrabando, la corrupción y el narcotráfico han jugado papel importante, especialmente desde la década de los años 50, con la acción de comportamientos que crearon anarquía y hasta disociación de la familia boliviana.
Nuestra falta de unidad se ha mostrado en la presencia de muchos problemas porque se ha desestimado acciones para comprendernos y unirnos conviviendo en paz y con una vocación de trabajo, eficiencia y disciplina para conseguir el desarrollo. Muchas posiciones contrarias al bien común dislocan cualquier intención porque sus líderes o caudillos o representantes creen que sólo su partido posee la capacidad para servir al país cuando la realidad muestra que quienes más pregonan condiciones para administrarlo, no trepidan en utilizar los sistemas más contrarios a la convivencia nacional.
Hay mucho que superar para emprender, debida y responsablemente, el desarrollo nacional especialmente con el logro de unidad entre todos y para todos los objetivos que urgen al país, evitando confrontaciones y posiciones anárquicas de todo sentido. Los partidos y las instituciones conjuntamente el Gobierno con su partido, tienen que ser los primeros en dar ejemplo de convivencia nacional, de unidad colectiva y de enfrentar, con honestidad y responsabilidad, los diversos problemas que no sólo lastiman al bien común sino que determinan el estancamiento del país y frenan su desarrollo que sólo es posible mediante la unidad.
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