Uno de los negocios más prósperos de la actualidad es el de la economía de las drogas, el mismo que crece de forma incontrolable, mueve gigantescos capitales, moviliza a los gobiernos y es motivo de gran preocupación de todos los sectores sociales que ven alarmados cómo amplios grupos de la población, en especial los jóvenes, son víctimas del consumo de esos alcaloides.
El problema en Bolivia adquiere gran significado y sólo en forma comparativa en relación con unos diez años atrás, se encuentra que posiblemente ha aumentado en proporciones tan considerables que llegan a más del cien por ciento y amenazan la salud pública, el orden público e inclusive la seguridad del Estado.
Un dato simple permite ver lo que está sucediendo. En efecto, en tiempos pasados cuando se descubría un kilo de cocaína se producía un escándalo de grandes proporciones, los responsables eran condenados no solamente a varios años de cárcel sino al desprecio de la opinión pública.
Esa relación ha cambiado sustancialmente en últimos años. En efecto, ahora casi a diario se descubre casos de tráfico de drogas de alrededor de 100 o 200 kilos (y en algunos casos más aún) y la población ya no muestra sorpresa e inclusive cae en la indiferencia, como si nada estuviese ocurriendo.
Por otro lado, cuando en tiempos pasados se hablaba de combatir las drogas, se sabía que la Policía estaba realizando sus labores con gran responsabilidad y sinceridad, mientras al presente esa figura al parecer ha desaparecido e inclusive se denuncia que algunos funcionarios e inclusive un General que era Jefe de un Departamento de control del narcotráfico fue descubierto con las manos en la masa y ahora está purgando su delito en una cárcel de Estados Unidos.
Por los datos que se conoce, el consumo de drogas (en particular cocaína y marihuana) crece en progresión geométrica, lo cual determina la necesidad del aumento de la producción del alcaloide. Pero, a la vez, esta última producción contribuye a aumentar el consumo en un círculo vicioso incontenible cada vez más veloz, lo cual contribuye al crecimiento general de la economía de la droga o en otro sentido al envenenamiento y muerte de cientos de personas.
Desde fines del siglo pasado, en nuestro país se puso en aplicación una serie de medidas de todo tipo para eliminar la producción de coca, el intercambio y el consumo de los derivados. Sin embargo, todos los procedimientos utilizados fueron un fracaso monumental y no sirvieron para algo. Los planes de erradicación de la hoja (bendita para unos y maldita para otros), las ofertas de dinero, las amenazas, el cambio de vacas por hectárea erradicada, etc., no tuvieron el menor resultado. Es más, agotadas esas campañas, la producción, el cambio y consumo de coca y derivados fueron desarrollados con mayor fuerza y velocidad, al extremo de determinar sustanciales cambios en la vida política del país.
El hecho de que casi a diario se descubra casos de tráfico de cocaína y otros estupefacientes en proporciones de toneladas, debe por lo menos atraer la atención del Estado actual, de tal forma de adoptar las medidas que aconseja el caso.
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