Carlos y Cristina viejecitos, narraban su vida a la cariñosa asistenta.
Carlos apacentaba ovejas en Jaén, cuando fue reclutado contra su voluntad por los rojos, al ocaso avisaron a su padre que el rebaño vagaba a su suerte. ¡Que ironía! Meses después, el progenitor fue enrolado por los fascistas.
Cristina tenía un hermano, conversaba casualmente con la hija del Alcalde, cuando su novia le sorprendió y celosa le denunció como conspirador. Estando preso mandó una escueta nota: “Madre envíe mi traje negro”, eso bastó para que su madre pensara que estaba sentenciado a muerte, transida de dolor corrió por la vía del tren, gritando ¡mi hijo!, ¡mi hijo!, siendo arrollada. Al poco tiempo libera-ron al hijo, quien al saber la triste nueva se marchó de casa para nunca más volver. ¡Eran los vientos de España!.
Carlos con la voz quebrada, dijo – Algunos nunca fueron a la guerra, disfru-taron del dinero mal habido del negocio de armas, el trapicheo y lo arrebatado a los vencidos.-
Sharon sintió conmiseración por el pueblo español y los excombatientes de la Guerra Civil.
Miriam Hernández de Salas
Desde España
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