Desde hace muchos años, nuestro país vive situaciones complejas, unas veces con optimismo exagerado sobre los planes para producir más y mejor con lo instalado, con las fuentes que están en producción, con minas que trabajan normalmente, con la explotación del gas que tiene asegurados mercados en el exterior y provee para el consumo nacional y su industrialización, si podemos ser competitivos; otras, muy diferentes en las que se presentan pesimismos y situaciones en las que hay desconfianza en el futuro, cuando existe una Ley de inversiones, y no hay visos para su reglamentación. Cuando el narcotráfico, el contrabando y la corrupción fragmentan al país entre honestos y corruptos, porque éstos últimos ven los caminos fáciles para el enriquecimiento.
Vivimos tiempos en los que la crisis, pese al optimismo del Gobierno, afectará seriamente a nuestra economía por el no ingreso estimado entre 1.300 y 1.500 millones de dólares debido a la baja de los precios del petróleo y su duración, del que depende la cotización para el gas, aunque la disminución de ingresos nos afecte con retraso.
La única ventaja que trae esta situación es que disminuirán las subvenciones que se gasta en los combustibles y que significan ahorro para el TGN, pero de ningún modo compensan las pérdidas. La crisis se hará sentir conforme pase el tiempo porque a la crisis del petróleo se suma la de los minerales que han bajado de precio y, mucho más, de otras materias primas, como la soya.
No obstante las dificultades, habría soluciones, mediatas, para la crisis: incentivar la producción de todo lo que producimos, con mayor eficiencia, como minerales y alimentos producidos por la agroindustria, como son azúcar, arroz, soya, sorgo, aceites y otros que tienen asegurado el mercado interno y externo. En el caso del gas, promover que tanto YPFB como las empresas extranjeras realicen trabajos de prospección y exploración que aumenten las reservas y no seguir viviendo la ilusión de contar con “muchas reservas” -como ocurrió hace años, cuando se dijo que nuestras reservas sobrepasaban los 53 trillones de metros cúbicos, aunque la realidad era que registramos 10.45 trillones, según la última certificación externa de reservas. Descubrir nuevos yacimientos petroleros y gasíferos debe ser labor prioritaria del Gobierno, otorgando los incentivos anunciados, pero no efectivizados.
La industria agropecuaria del país necesita de incentivos no sólo para mejorar la calidad y cantidad de su maquinaria sino para sembrar más y producir más eficientemente; requiere que se le aseguren mercados y precios remunerativos en el mercado interno, que sean, normalmente, fuentes seguras de empleo, que no estén supeditadas a si gozarán de las suficientes garantías para trabajar o no; en fin, la agroindustria precisa del apoyo no sólo gubernamental sino de todo el país porque resulta, en los hechos, un ejemplo para que surjan nuevas empresas que ayuden a industrializar materias primas que producimos y que, generalmente, exportamos sin valor agregado.
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