[Armando Mariaca]

Crisis de valores daña al pueblo y al gobierno


El paso del tiempo con el transcurrir de hechos que han cambiado mucho al país, ha dejado vacíos que normalmente no son vistos ni por los gobiernos ni por las organizaciones civiles: parte del país ha perdido muchos de los valores que caracterizaban a su población, como son la solidaridad, la caridad, la humildad y el sentido de país. Los cambios en la economía, el tener más que ser más y que ha sido premisa de muchos, el abandono de valores culturales, el alejamiento de las virtudes religiosas con un olvido cada vez mayor de Dios y de su Iglesia, son factores que han incidido seriamente en una ausencia de valores.

En el curso de los últimos sesenta años, se han llevado a cabo muchos procesos “de cambio”, como se ha dado en llamar a las mal llamadas “revoluciones” que trataron hasta del “comportamiento moral” y que no incidieron mayormente en todo lo que merecía cambios de conducta, de comportamientos, de sentimientos y de asumir conciencialmente los deberes y responsabilidades; cambios que, en su momento, sirvieron a gobernantes, políticos y áulicos o partidarios de quienes tuvieron poder político, económico o social; cambios que no cambiaron nada porque quienes deberían ser ejemplo y promover con hechos los cambios, no cambiaron y se resignaron a disfrutar de posiciones de mayor poder político y económico que lograron.

Cuando se habla de estos temas, se cree que sólo se refieren a los gobiernos -legales o de facto- que transitaron por los poderes del Estado; no, se trata de muchos que lograron poder económico y social, que vieron “muy de arriba” que el país marche bajo la consigna del “dejar hacer y dejar pasar”, frase practicada y perfeccionada por los indiferentes, los ignorantes de la realidad nacional, los irresponsables que hicieron del poder el medio para enriquecerse y ensoberbecerse más.

¿Cuánto avanzó el país en su desarrollo? Tanto cuanto las circunstancias lo permitieron o, simplemente, “porque algo había que hacer”. ¿Cuánto se planificó, se estudió, se hizo con conciencia de país y vocación de servicio? ¿Cuántos nuevos ricos emergieron de los diferentes regímenes de gobierno? ¿Cuántos partidos llegados al poder de la nación, mediante proceso de elecciones o bajo tutela de gobiernos de facto, han cumplido siquiera medianamente sus principios y propósitos partidarios?

Hay, pues, una crisis institucionalizada de valores porque hubo olvido de lo que más había que reconocer y servir en todo instante: al país o nación o Estado en que vivimos. Virtudes que se hicieron valores y principios han dejado de ser en algún momento, y se han institucionalizado el contrabando, el narcotráfico y la corrupción, males que el país soporta como un cáncer que corroe las fibras más íntimas de todos.

Desde hace mucho tiempo, gobierno y pueblo han espectado la repetición de hechos contrarios al bien común: asaltos, crímenes, violaciones, corrupción, secuestros, contrabando, narcotráfico, desunión, desencuentros y otros procedimientos que han lastimado a todos y que muchas veces, algunas autoridades pretenden minimizar y hasta justificar. Son hechos que pesan en la conciencia de quienes podrían poner remedios terminantes, y pesa, grande y gravemente, en el mismo pueblo que se ve obligado a vivir, o sobrevivir, situaciones contrarias a la honestidad y la responsabilidad que deberían primar no sólo en el gobernar sino en el diario vivir de todos.

Por la pérdida o disminución de los valores morales, a través del tiempo no sólo se puede juzgar a los gobiernos y a la sociedad en muchos sectores, puesto que es responsabilidad también de quienes los han elegido y los han elevado a situaciones de poder. Que en muchos casos hubo imposiciones, es innegable; pero, muchas instituciones y grupos privilegiados de la economía nacional o poseedores de poder social, pudieron haber contrastado las acciones negativas que sufrió el pueblo y, quiérase o no reconocer, hubo resignación y conformismo que, en casos, se justificaron porque implicaron agrandar las propias fuentes de poder.

Aún es tiempo, y hay una forma de remediar lo mal hecho y corregir lo que merezca ser reformado: Trabajar y producir, utilizando los propios valores que, provistos de virtudes y principios, pueden superarlo todo y darle nuevos cauces a la vida nacional. El gobierno puede llevar a cabo programas que permitan el desarrollo que debe estar al servicio del país; un desarrollo que sirva para reducir las desigualdades, combatir las discriminaciones, librar a la colectividad del contrabando, el narcotráfico y la corrupción; hacer que cada miembro de la colectividad nacional sea responsable de su bienestar material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual. Si el gobierno actúa dentro de los debidos parámetros que señala la sana y correcta conciencia, la Constitución y las leyes, con seguridad que tendrá el respaldo y la concordancia en hechos del pueblo.

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