“La demanda marítima boliviana, formalizada ante La Haya, pretende violentar tratados internacionales”, sostiene, con malicia y perversidad, la casta dominante chilena, encaramada en La Moneda.
Es una apreciación equivocada, falsa y tendenciosa. Actitud que no condice con el propósito de buena vecindad que debería imponerse en las relaciones internacionales. Por lo tanto es risible, desde donde se vea, la postura chilena.
Bolivia, por si haya duda, es un país respetuoso de los tratados internacionales y prueba de ello es que asumió, con humildad, el Tratado de 1904, pese que el espíritu de éste consolidaba, en definitiva, la desmembración territorial, con el consiguiente encierro geográfico, consecuencia de la salvaje invasión de 1879. Por lo visto nuestro país ni siquiera pensó en violentarlo.
Un tratado que le ha concedido el derecho, más irrestricto, a quien ocupó militarmente el Litoral boliviano, hace más de un siglo, con fines expansionistas y de apropiación indebida de los recursos naturales, renovables y no renovables.
Bolivia siempre se condujo, como bien sabemos, bajo las decisiones de organismos internacionales, como aquéllas que fueron emanadas por la Declaración de Principios Americanos, aprobada en Lima, el 24 de diciembre de 1938, que en su punto V, subraya: “El respeto y la fiel observancia de los Tratados constituyen norma indispensable para el desarrollo de las relaciones pacíficas entre los Estados, y sólo podrán ser revisados mediante acuerdo de las partes”.
Y asimismo por la Declaración de La Habana, que surgió el 2 de diciembre de 1939, cuya parte resolutiva afirma: “Hacer que reine la justicia y respetar rigurosamente todas las obligaciones de los Tratados y las relaciones mutuas de los pueblos organizados”.
Bolivia, con la firme intención de afianzar la paz en nuestra región, no sólo asumió la responsabilidad de tratados con Chile, como ocurrió en 1904, sino también con otros países vecinos con los que tuvo conflictos bélicos. Tratados que los sustenta hasta hoy con el respeto debido.
La demanda marítima boliviana, que radica en La Haya, no pretende ni remotamente violentar el Tratado de 1904, tal como insinúan los resabios de la oligarquía chilena del Siglo XIX. La susceptibilidad del vecino siempre ha sido un escollo en la histórica proyección de promover el reencuentro de dos países distanciados por un centenario diferendo. Bolivia, al recurrir a instancias de la justicia internacional, en la búsqueda de una solución de buena fe, al enclaustramiento que le impuso Chile, ha ratificado, una vez más, su vocación pacifista.
Y estamos persuadidos de que con la mediación del tribunal de la Organización de Naciones Unidas resurgirá el sol que iluminara los senderos del entendimiento, de la reconciliación e integración, por el bien común. Entonces La Moneda ya no tendrá el argumento de reclamar respeto a los tratados como queriendo decir: “respeten mis conquistas”. Estos berrinches se acabarán con los tiempos de cambio.
En suma: Bolivia reiterará siempre su respeto a los tratados internacionales.
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