Punto aparte
El proselitismo del presidente Evo Morales, para las elecciones regionales de fines de este mes, le está haciendo perder la ponderación que debe tener todo mandatario, en cualquiera circunstancia.
El que advierta que, si la oposición gana en La Paz y El Alto, “no trabajará con ella”, es un exceso verbal, antes que una posibilidad real. En el plano político, puede estimarse como una actitud desesperada. Las encuestas de opinión, en las que los candidatos del MAS llevan las de perder, en ambas ciudades, lo están enajenando.
Si tanto le afectan a Morales tales perspectivas, lo mejor es que en adelante suprima la realización de elecciones en el país. Así podrá estar tranquilo, ejerciendo el poder total que detenta, sin riesgos de que la oposición, ocasionalmente, le cause arrebatos.
Quedará, así, exento de la obligación constitucional que le impone compartir la atención de las necesidades públicas, sea del gobierno central, como de las regiones y de los municipios.
En cambio, mientras haya elecciones en Bolivia, todos los que postulan a los cargos en pugna conllevan la responsabilidad de cumplir, esencialmente, un servicio público, sea cual fuere su opción política-ideológica.
Aparte, explícitamente, están obligados a administrar los recursos fiscales con absoluta honestidad. Más todavía, a administrarlos sin diferencias, menos con privilegios, exclusiones o discriminaciones.
Esto último sería lo que Morales pretendería aplicar. El término que se utiliza es condicional, porque, en la realidad, ello es imposible. A partir de la circunstancia de que los recursos fiscales provienen del conjunto de la comunidad nacional, nadie, aun siendo Presidente, puede presumir que es su patrimonio. Tan sólo es administrador de los bienes públicos (impuestos e ingresos nacionales por la producción).
Por tanto, hablando específicamente del caso que nos ocupa, a ninguna gobernación o municipio puede privársele de recibir del Estado lo que en derecho le corresponde, en las proporciones que las leyes pertinentes así lo determinan. Con mayor si rigen las autonomías.
Además, resulta risueña la terminología que Morales empleó para lanzar su amenaza, en una alocución que pronunció cuando hacía proselitismo en El Alto, a favor de sus candidatos.
“Yo sólo quiero decirles a nuestros abuelos, abuelas y futuras generaciones: ¿Cómo yo puedo trabajar con la ciudad de El Alto, con la gente de la derecha?”, expresó, según versiones periodísticas.
Seguidamente añadió: “Yo no voy a trabajar (con la derecha), hermanos. Si quieren más obras, ahí está Edgar Patana; si quieren más obras, ahí está Felipa Huanca. Hagan una reflexión, depende de ustedes”.
Es sorprendente que en la oportunidad utilice ese lenguaje, de dar cuenta de sus obras, cuando en los nueve años de sus gestiones sucesivas no lo hizo, como le correspondía. Actuó y dispuso de los recursos públicos de la forma más discrecional que puede imaginarse. (Ahí están sus aviones, helicópteros, vehículos blindados, entre muchos otros gastos superfluos en que se incurre).
Sí, efectivamente, Morales tiene un trabajo arduo. Sólo en 2014 realizó 22 viajes al exterior, visitando 14 países, pero “olvidó” informar al país de los logros que consiguió.
Dentro del país es infatigable para viajar de un lado a otro, para “inaugurar” o “entregar” obras (más de mil canchas sintéticas de fútbol). Obviamente, esto es puro proselitismo, aunque con su complemento infaltable: el egocentrismo que lo domina. (Dispuso de más de cuatro millones de bolivianos, de fondos fiscales, para que en su tierra natal se construya un museo en su memoria).
La política en Bolivia se presta a muchos desafueros. Mientras Morales tiene en vida su propio museo, la pieza principal -la cabeza- de un derruido monumento al mariscal Andrés de Santa Cruz, está abandonada en medio de yerbas, en el trayecto a Mallasa.
A Santa Cruz históricamente se le reconoce como al mejor gobernante que tuvo Bolivia (1829-39). Como hecho sobresaliente de su gestión, aparte del progreso interno que promovió con sus políticas económicas (sin gas natural, de por medio), siempre hay que recordar que en ese tiempo el país se erigió, bajo su mando, como la mayor potencia militar de la región.
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