Ingresamos en un nuevo año y la esperanza radica en que podamos salir de muchas dificultades -muchas de ellas provenientes del pasado de más de treinta años- y que la actual crisis de precios del petróleo y el gas no afecten mucho a nuestra economía; pero, por otra parte, renace lo de cada año: la posible o casi segura presencia de conflictos, sea por razones regionales o por cuestiones sociales. Y es que no siempre se ha encontrado, en pasados años, las soluciones definitivas para problemas que normalmente son tratados con paliativos y no en su forma integral.
Lo seguro e indeseable es que menudearán las huelgas, los paros, las manifestaciones, las protestas, las exigencias y la adopción de medidas “hasta las últimas consecuencias” (hecho que jamás se produjo en el país y la frase resulta una simple baladronada) y, lo más censurable, los bloqueos, una actitud que linda en el terrorismo porque implica atentado contra todos, puesto que altera totalmente la vida del pueblo y produce perjuicios inmensos al país.
Las experiencias muestran que las partes -Gobierno, trabajadores y grupos e instituciones que piden y reclaman por todo- no han aprendido del pasado porque el Gobierno abandona con mucha facilidad el camino del diálogo y da largas a la consideración y solución de los problemas planteados y, en algunos casos, les da soluciones parciales o momentáneas, y cuando son replanteados surgen los conflictos y trata de solucionar “como sea” el problema, antes de que adquiera mayores proporciones.
Por su parte, las partes que reclaman o hacen exigencias, generalmente están fuera de la realidad o pretenden asumir posiciones de súper-Gobierno que trata de imponer remedios que nada tienen de tales. Estas situaciones generan conflictos en los que normalmente ambas partes pierden porque, hasta por cansancio, tienen que convenir soluciones parciales, remiendos que, más temprano que tarde, resurgen con mayor contundencia.
Muchas veces ocurre que las autoridades se ven ante un “callejón sin salida”, sea por la situación económica o por la imposibilidad de ceder ante las exigencias porque sabe que, de hacerlo, se ampliarán los problemas por los pedidos similares que surjan de otros sectores y que, lógicamente, pedirán las mismas soluciones. El diálogo y el cumplimiento de compromisos anteriores no respetados, podría remediar los problemas, pero surgen las intransigencias y las posiciones para ver “quién puede más”.
Es importante que las partes, ante los problemas, asuman las responsabilidades que corresponda, entendiendo la posición de cada parte y tomando conciencia de las posibilidades que existen para aplicar los remedios. Es el diálogo y la concertación lo que permitirá, en todo caso, remediar situaciones que, por falta de atención oportuna muchas veces, adquieren mayor gravedad que tarde o temprano hay que enfrentar.
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