Un capitán colombiano galante en Chuquisaca

Hacía 24 meses que el Mariscal Antonio José de Sucre residía en la capital de la República como Presidente. Era un hombre disciplinado, trabajador, muy moral en sus costumbres, y más en el manejo de la cosa pública. Pero no todo era trabajo y encierro hermético, siendo un hombre joven gustaba de las relaciones y reuniones sociales, acostumbraba a pasear casi diariamente, al atardecer por las alturas de la Recoleta, hermoso lugar desde donde se distinguía, con mayor belleza, la ciudad capital.

En sus paseos siempre estaba acompañado por un joven oficial colombiano de mucha simpatía, valiente en el campo de batalla y experto en lides amorosas: el Capitán Felipe Álvarez Cedeño. Las charlas del joven Capitán con el Mariscal Sucre se referían en muchos casos a aventuras galantes de los oficiales colombianos.

Una mañana a mediados de febrero de l828, se presentó en Palacio solicitando audiencia una noble dama chuquisaqueña, que decía ser representante de las honorables damas de Chuquisaca. Recibida por el Mariscal en su despacho, Sucre le preguntó afablemente por el motivo de su visita.

-¿Se trata de algún, asunto de gobierno? –preguntó.

-No, Excelencia, no se trata de injusticia ni de violencia -manifestó doña Micaela.

-Se trata de algo más grave, en los actos del gobierno.

-Me asusta usted, doña Micaela -le ruego decirme con toda franqueza y sin temor de qué se trata, que le prometo remediar el mal.

-Bien, Excelencia, es el caso de su adicto servidor, el Capitán Álvarez Cedeño, que preocupa a la gente de esta ciudad, con sus locuras caballeresca, sus aventuras amorosas y su desprecio por las buenas costumbres; creemos merecer más respeto.

-Pues, la cosa no es grave, lo reprenderé, y veré de su discreción.

-No, Excelencia, el Capitán esta en líos con una dama de alta estirpe, y sin respeto se va con ella por todas partes, luciéndose. Incluso le han puesto el apodo de la Capitana.

-Y otra cosa más, Excelencia, la sobrina de una gran dama de esta ciudad anda llorando por el amor del Capitán.

El Mariscal contestó:

-No es tan grave, doña Micaela, el Capitán Álvarez es un muchacho de buen humor, dicharachero, y enamoradizo, no lo encuentro tan culpable, como lo cree la sociedad.

¿Qué puedo hacer yo?, ¿no le parece algo irregular que el Presidente de la nación se meta en la vida privada de sus oficiales y edecanes?

-Sí, señor, contestó doña Micaela, es la vida privada, pero hay que evitar el escándalo y el mal ejemplo para nuestros hijos.

-Doña Micaela, le aconsejo a usted y a sus amigas que dejen en paz al Capitán y la capitana, y se ocupen de sus propios asuntos. La vida privada es privada y sólo la juzgará la propia conciencia. Tenga usted paciencia, doña Micaela, los odiados colombianos nos iremos muy pronto, y ustedes no tendrán obstáculos para la defensa de la moral social.

El 18 de abril de 1828 se produjo el cuartelazo contra el Mariscal Sucre, iniciado por el Gral. peruano Agustín Gamarra, que invadió Bolivia y por algunos soldados ebrios de la guarnición colombiana.

El Capitán Álvarez Cedeño escribió desde Guayaquil una carta a su General Sucre, donde entre otras cosas le manifestaba:

“He sufrido con el amargo recuerdo de la terrible ofensiva, que lanzaron contra mí y alguien más, las nobles damas de la hermosa ciudad alto peruana, quienes temerosas de que en mi defensa, descubriese algunos sucios enredos de ellas, hicieron tanta fuerza para precipitar mi retorno a Colombia. Se olvidaron ellas de que para tirar la primera piedra, al que ha de ser lapidado, se necesita tener las manos limpias, y la conciencia pura”.

Esta carta se encuentra en el Archivo Nacional de Sucre.

Sociedad Bolivariana de Bolivia. Fundada en 1936.