Economía de palabras
Van seis años que Róger Pinto tiene al gobierno del presidente Evo Morales contra la pared y afligido por sus acusaciones, como ocurre ahora, que ha desatado la furia de la cúpula masista.
Lo que dijo Pinto a unos periodistas bolivianos en una entrevista vía Skipe la semana pasada es lo que dijo siempre, que el gobierno está infiltrado por el narcotráfico de pe a pa, desde la cabeza a la cola.
Aquí hay una falla para los intereses de Bolivia: ¿por qué no se escuchó a Pinto desde que él dijo que tenía pruebas de esas infiltraciones?
Él ofreció los documentos al propio presidente Morales. Dijo públicamente que quería entregárselos en mano propia, pero no se lo permitieron.
Fue la primera vez en la historia del país que una persona, armada sólo con una carpeta llena de documentos, ponía a todo un gobierno a la defensiva, cerrado entre cuatro paredes.
Cuando llegó al Palacio Quemado, las puertas estaban cerradas por dentro. Quiso entrar por las puertas de servicio, pero también estaban clausuradas. Y sólo quería que alguien sellara un papel en el que constara que la documentación fue recibida por el gobierno. No le permitieron entregar unos papeles. Las puertas estaban cerradas.
Detrás de esas puertas, todo el gobierno respiraba nervioso. Fue cuando salió la orden de detener al senador. En lugar de conocer los documentos, el gobierno optó por acusar a Pinto de haber vendido unos terrenos pandinos a bajo precio cuando fue prefecto de Pando.
El acoso era insostenible y él optó por asilarse en la embajada de Brasil en mayo de 2012. Después de quince meses de encierro, Pinto tuvo una fuga espectacular, bajo la protección del diplomático brasileño Eduardo Savoia, quien a su vez fue puesto en cuarentena por el gobierno brasileño.
Lo que interesa a Bolivia es qué tenía que decir Pinto. Cuáles eran las pruebas por las que podía asegurar que el gobierno del MAS estaba infiltrado, de la cabeza a los pies, por el narcotráfico.
Ahora el exsenador vuelve a repetir su acusación y dice que, como asegura el general Oscar Nina, excomandante policial preso por narcotráfico, todo el gobierno está manchado por ese pecado.
Aquí correspondería que la justicia, pero una justicia seria, se haga cargo del asunto y conozca lo que tiene que decir Pinto. Y si se justifica, pues que se abra una investigación.
El método del avestruz es muy malo. Deja la sospecha de que hay algo que se quiere ocultar.
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