[Alejandro Mallea]

La verdad aunque duela

Despotismo vulgar


Según la Academia de la Lengua Española y el diccionario de Ciencias Jurídicas y Sociales, “despotismo” es el ejercicio de la autoridad absoluta, no limitada por leyes, ejerciéndola con superioridad, abuso y desvío del poder público, con el uso discrecional de actitudes represivas de los órganos que tienen responsabilidad del Estado, para controlarlas y mantener el orden público. No es una ideología, es una organización y forma de gobierno para reprimir y ocasionar daños y perjuicios a la persona o grupos de personas en sus derechos fundamentales.

En el Siglo XVIII surge el despotismo ilustrado, concepto político que se enmarca en las monarquías absolutas y que pertenece a los sistemas de gobierno del antiguo régimen europeo, donde se incluye ideas filosóficas de ilustración, según las cuales, las decisiones del hombre son guiadas por la razón. Los monarcas de esta doctrina contribuyeron al enriquecimiento de la cultura en sus países y adoptaron un discurso paternalista. Por eso se llama paternalismo benevolente y a quienes lo ejercen: dictadores ilustrados y benevolentes.

Después de ese siglo aparecen déspotas, tiranos y dictadores, como Franco, Stalin, Hitler, Gadafi, Ceausescu y muchos más, algunos más sanguinarios y crueles que otros, quienes han dejado huella en la lista negra de la historia.

Después aparecen los “déspotas disfrazados de demócratas”, en esta instancia rara vez la democracia ha sido tan aclamada, pero vulnerada; tan promovida, pero incumplida; tan importante y a la vez decepcionante. Hoy la democracia se convirtió en aval de la legitimidad, hasta los déspotas y dictadores manifiestos aspiran al estatus que confiere el sello de la democracia. Estos gobernantes dominan el arte del sofisma democrático, que tiene poco que ver con la realidad social, económica y política.

En Bolivia el despotismo se inicia con las ideas socialistas implantadas por un reducido grupo de falsos izquierdistas, sin que les importe que gobiernos autodenominados socialistas hayan sufrido fracasos, algunos estrepitosos. No importa que el Movimiento Al Socialismo administre el sistema de la educación integral pública del país y como consecuencia la formación del ciudadano boliviano sea deplorable. No les importa que el sistema de seguridad social llegue a menos del 10% de la población, ni ofrecer pensiones de miseria y cuidados médicos desastrosos. No importa que en empresas públicas que maneja el Gobierno se encuentre corrupción, ineficiencia, despilfarro de millones de dólares. Nada de eso importa porque los socialistas que gobiernan son impávidos.

Considerando la vigencia de los derechos básicos y el adecuado funcionamiento institucional (separación de poderes, independencia del Poder Judicial, electoral y libertad ciudadana), por el despotismo del gobernante, el control absoluto de los resortes estatales y la persecución política, Bolivia está en una situación más dramática que países del ALBA como Venezuela y Cuba.

El Gobierno avasalló el sistema jurídico y puso en marcha una maquinaria jurídica que inventa terrorismo, atentados contra los primeros mandatarios, procesos penales contra políticos o empresarios, jubilados o activos, con el fin de controlar y perseguir a los opositores o a quienes piensan diferente, y de esa manera atemorizar a los pocos líderes políticos o sociales que existen en Bolivia. En muchos casos los más miedosos “tranzan sus pecados y se convierten en tránsfugas descarados”.

Para instrumentar la “persecución política” se inventó el Ministerio de Transparencia y Lucha contra la Corrupción. Pero dicha institución no se entera de que la corrupción y otros delitos de mala gestión pública aumentaron significativamente en el país. A nuestras autoridades tampoco les preocupa el desproporcionado crecimiento del narcotráfico y consumo de droga. No obstante, el Ministerio Público conjuntamente a miembros de la Policía y las FF AA todos los días confiscan toneladas de droga, aviones, helicópteros, dinero, motorizados, bienes inmuebles y otros relacionados con el narcotráfico. Pero se sospecha que en nuestro país el narcotráfico es operado por fantasmas, ya que no se sabe de algún detenido de importancia, ni se conoce el destino de los bienes materiales incautados.

Las campañas para las elecciones del 29 de marzo ponen al descubierto una nueva faceta del despotismo chabacano, cuando las primeras autoridades del Estado, a sabiendas de que tienen potestades inconstitucionales sobre el Tribunal Electoral, amenazan y chantajean al ciudadano votante, al anunciar que no darán cooperación económica a los gobernadores y alcaldes de la oposición que sean electos, acusándolos de corruptos y separatistas, lo que es flagrante violación de los preceptos constitucionales. Es decir que si no votamos por los candidatos mediocres del oficialismo, no habrá inversiones para aeropuertos, aviones, carreteras “doble vía”, teleféricos, satélites, organización de cumbres y festivales mejor que el de Viña, Dakar y otras “maravillas” que sólo el socialismo despótico puede darnos.

Los déspotas, una vez instalados en el poder, han revelado sus vínculos maquiavélicos con gobiernos dictatoriales, cuyos gobernantes han mantenido la bota de hierro sobre el cuello de las sociedades. En nuestro caso se percibe en nuestros gobernantes mentiras, engaños, impulsividad y falta de remordimiento, y nos imponen sistemas arcaicos que hipotecarán el porvenir de la sociedad boliviana.

El autor es docente universitario.

almamor2003@hotmail.com

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