Frustración fuera del país
Beirut.- Frustrados, cuatro años después del inicio de la revuelta popular siria que acabó transformándose en una cruenta guerra civil, con 220.000 muertos, muchos de los casi cuatro millones de refugiados sirios siguen soñando con tener una “vida normal” en Siria o en cualquier otra parte.
“Mi vida ha dado un vuelco de 180 grados. Nadie puede imaginar lo que hemos vivido y seguimos viviendo. Nosotros no escogimos esta situación y desconocemos nuestro futuro. Cuánto tiempo continuaremos viviendo así, nadie lo sabe”, declara a Efe Mohamad Msalam, un sirio de 33 años, que llegó al Líbano el 10 de noviembre de 2012.
Para él, su situación es peor que la de los prisioneros, porque según dice “al menos ellos saben a cuantos años fueron condenados”.
Originario de Deraa (sureste de Siria), Msalam explica que huyó de la ciudad al igual que muchos otros jóvenes de su edad por temor a ser obligado a enrolarse en algún grupo militar o paramilitar.
Pese a su precaria situación ha intentado continuar con su vida. Hace un año se casó y su mujer regresó a Siria para dar a luz. Sin embargo, ahora no puede volver a Líbano y desconoce el por qué.
“Mi sueño es que algún país, entre ellos España, nos dé asilo para tener una vida familiar como la de cualquier ser humano”, dice.
Líbano impone restricciones a los ciudadanos sirios para evitar que entren más refugiados al país, cuyo número, según las autoridades libanesas es de un millón y medio.
Las autoridades de Beirut justifican estas medidas porque el tejido económico y social no puede soportar más personas, dicen.
Suheil, otro joven refugiado que abandonó Siria en 2013 cuando solo le quedaba un año para licenciarse en Contabilidad, afirma que huyó por el temor de su familia a ser reclutado forzosamente.
Poco después le siguieron sus padres y sus dos hermanos, después de ver cómo su casa quedaba totalmente destruida en la guerra.
“Me quedaba un año para obtener mi título universitario en contabilidad y en el Líbano no he podido inscribirme porque salí solo con mi carnet y después mi casa fue destruida”, cuenta a Efe.
Confiesa que su única aspiración en estos momentos es “poder tener una vida normal y digna”. “Si no puedo en mi país, en cualquier otro, pero al igual que todos los sirios, mi sueño es poder regresar, quizás podremos hacerlo antes de morir”, dice.
Ni Suheil, ni Msalam se han inscrito en la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). Aseguran que registrarse va a acompañado de muchas restricciones como la imposibilidad de buscar trabajo, por lo que prefieren vivir de manera ilegal en el país, donde Msalem, por ejemplo, ejerce de peluquero, al igual que hacía en Siria.
Dana Suleiman, portavoz de ACNUR, confirmó a Efe que “las nuevas regulaciones impuestas en Líbano para los refugiados hacen la vida de estos cada vez más dura. Deben comprometerse a no trabajar para obtener el permiso de residencia y pagar cada seis meses 200 dólares, que para algunos es casi imposible”, asegura Suleimán.
Para Suleimán, “la situación es cada vez más difícil y penosa tanto para los refugiados, como para las sociedades de acogida”.
“No hay una solución clara para su país, como tampoco perspectivas para su presente y futuro. 3,8 millones de sirios han tenido que refugiarse en los estados vecinos sin esperanza de poder regresar como tampoco comenzar una nueva vida en el exilio”, afirmó.
Sobre la situación de los sirios en Líbano, asegura que casi la mitad viven en tiendas de campaña o en viviendas que no están equipadas y que su situación se deteriora cada vez más.
“Uno de los problemas más graves es la educación de los niños. 400.000 deberían estar registrados en los colegios, pero solo el 20% han podido hacerlo debido, entre otras cosas, a que no hay capacidad en las escuelas públicas”, subraya.
Además, agrega, muchas familias alientan a los niños “a trabajar por 20 dólares a la semana, 18 horas al día” y muchas mujeres acaban optando por prostituirse, ante la falta de oportunidades de trabajo.
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