Yuri Mirko Ríos Madariaga
Tras el Diluvio Universal descrito en el Génesis, Noé por segunda vez envió una paloma a explorar el entorno, regresó al atardecer portando en el pico una hoja de olivo como prueba de que las aguas habían descendido y que la tierra firme estaba lista para ser habitada. Dios volvía a estar en paz con el hombre, prometiéndole que “no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne”. De esta manera la mansa paloma se convirtió en el símbolo de la Paz.
Inteligente y vivaracha, son numerosos los servicios que prestó a la humanidad a lo largo de la historia en calidad de mensajera, merced a su extraordinario sentido de orientación. Abundan los ejemplos, como los descritos en ambas guerras mundiales, cuyos bandos contrincantes se valieron de ellas para salvar la vida, razón por la cual muchas se ganaron reconocimientos y condecoraciones. Su monogamia (una sola pareja de por vida) es innegable, al igual que su excelente agudeza visual.
Aunque no utiliza una sola técnica de orientación, los minúsculos granos de magnetita contenidos en su pico - según se cree- los emplea para alinearse con el campo magnético de la Tierra. En la actualidad en diversas partes del mundo hay gente aficionada a la colombofilia (cría y adiestramiento de palomas). Y nadie pensaría que a casi 4.000 metros de altitud tanto la tortolita como la kurucuta, a veces observadas en los parques y plazas, y más en la periferia de la ciudad, son sus parientes nativos, es decir, miembros de la familia columbidae.
Catalogada como una especie invasiva, aprendió a sentirse cómoda en el hogar que el mismo hombre sin imaginarlo le proporcionó: la ciudad. Las migraciones humanas practicadas a lo largo y ancho del planeta desde hace miles de años, fueron las responsables de crear condiciones totalmente inesperadas, a tal punto que hoy se traducen en nefastas consecuencias para el medio ambiente. Cuando el hombre llevó consigo sus especies domesticadas y otras tantas que no lo eran por los confines del mundo (especies introducidas), ocasionó un desenlace catastrófico en la flora y fauna autóctonas. Alteró y desequilibró ecosistemas, creando vacíos insalvables, situación que inevitablemente llevó a la extinción de más especies valiosas; la rica herencia genética quedó –así- debilitada.
Ahora bien, la ausencia de predadores naturales constituye un factor decisivo que permite a la paloma proliferar sin control por las causas referidas, y en estricto cumplimiento con el ciclo de la vida y ese instinto de supervivencia inherente a todo ser vivo. La solución no es aniquilarlas como algunos proponen, sólo nos recuerda actos bárbaros y tristemente célebres como la matanza de más de 100.000 cabras en el archipiélago de Galápagos, introducidas a lo largo del tiempo por los marineros en el siglo pasado; o yendo no tan lejos, en Oruro, donde el pasado año cientos o quizás miles de canes fueron asesinados por orden de una ex autoridad que quiere su reelección, y aquí mismo la Unidad de Zoonosis atribuyéndose prácticas arbitrarias pone inmediatamente a “dormir” a las mascotas capturadas, sin respetar el tiempo establecido para tal fin.
En este sentido, subrayo que siempre estaré a favor de todo animal (doméstico o silvestre) como una entidad viviente, y también de acuerdo con un control natural y ético de sus poblaciones.
Recientes investigaciones señalan que cuatro rapaces nativas y vulnerables (alkamari, killi killi, jaka y gavilán) surcan de nuevo por los cielos del valle de La Paz para alimentarse de palomas, espectacular por derecho propio. Sin embargo, esta buena noticia -a mi parecer- denota algo más. Las aves mencionadas estarían siendo forzadas a irrumpir en un territorio extremadamente peligroso para ellas (la ciudad); la escasez de presas naturales les obligaría a tomar este riesgo, pues las mismas estarían siendo exterminadas directa o indirectamente por el hombre.
Al ritmo acelerado en que marcha la destrucción medioambiental (extinción de más seres vivos, más calor, más polución y más de un largo etcétera), el final del camino será -deduzco y a la vez coincido con el científico Stephen Hawking- de aquí a no más de una centuria. Suelos estériles, mega ciudades tóxicas, gente en pobreza extrema a la disputa de míseras raciones de agua y alimento, inmoralidad y delincuencia por doquier, será el reflejo. Habrá acabado para siempre el canto de los pájaros y el ser más “sabio e inteligente” del planeta Tierra, ansiará escuchar siquiera el arrullo de una paloma. Y añorará el pasado de biodiversidad que pudo haber conservado para sí como un tesoro de incalculable valor.
Amando a la vida en sus múltiples formas y respetando su derecho a existir, sólo así el hombre demostrará lo grandioso que es.
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