Del sindicalismo al gremialismo corporativo

El desarrollo del sistema democrático en Bolivia originó, desde principios del siglo pasado, un activo movimiento obrero, especialmente en el productivo minero, la aparición de un vigoroso movimiento obrero que, mediante la organización de sindicatos, luchaba por conseguir que Bolivia deje de ser una colonia dependiente y se convierta en una Nación con absoluta soberanía política y económica. Es más, ese movimiento estableció una alianza de hecho con el movimiento campesino que buscaba salir de la condición feudal a la que estaba sometido, para ingresar a un sistema más progresista y justo, como era la democracia (en el sentido económico).

Ese sindicalismo que organizaron los obreros de las minas fue una verdadera organización de esa naturaleza, pues estaba formado por una clase social desprovista de propiedad y únicamente dependía de su trabajo, que se pagaba con un salario al final de su jornada de labor. Esa forma de organización laboral no estaba formada por personas que poseían negocios, vehículos, talleres de artesanía, comercios, máquinas, etc. y que por entonces se agrupaban en gremios, es decir organismos corporativos, pero que de ninguna manera eran sindicatos.

El verdadero sindicalismo minero -secundado por el obrero de las ciudades- no podía formar al lado de las organizaciones obreras, ya que sus objetivos eran diferentes y se inclinaban a favor del régimen colonial-feudal imperante o sea a favor de la oligarquía y contra la lucha de los obreros asalariados. En efecto, los gremios corporativistas estaban en contra de los sindicatos. Es más, se inclinaban a las ideologías populistas y reaccionarias, permitiendo así la prolongación del régimen colonial-feudal.

Después de medio siglo de luchas políticas, finalmente, los obreros pudieron formar una entidad matriz que fue la Central Obrera Boliviana (COB), un organismo que agrupaba en su seno únicamente a los sindicatos de obreros. Era una auténtica entidad que respondía a su nombre. No era una entidad amorfa de gremios y grupos corporativos que generalmente hablaban de socialismo, pero siempre terminaban en brazos de la extrema derecha, de la cual vivían con prebendas de toda naturaleza.

Esa organización obrera cumplió importante lucha para destruir el pasado e ingresar a una etapa de mayor justicia social, aunque siempre bajo el fuego cruzado de los organismos corporativos gremiales que miraban el pasado con lágrimas en los ojos y se rendían ante los cantos de sirena de la extrema derecha, a la cual ofrecieron sus servicios. Finalmente, después de muchos avatares, la auténtica organización obrera pereció sin pena ni gloria y en su reemplazo apareció un extenso movimiento gremial de pequeños capitalistas, que se apoderó del escenario político no sólo de la Central Obrera, sino de todo el país, para imponer su programa anarquista en alianza con el populismo desfasado.

Al presente pareciera que la entidad consecuente con sus principios, la COB de 1952, hubiese sido suplantada por el corporativismo gremialista, ya que ha levantado en la teoría y en la práctica su viejo y obsoleto programa, en especial por la presencia rampante de grupos de campesinos que le han impuesto el plan ideológico que considera que puede construir el socialismo sobre los trastos del comunitarismo preincaico, semifeudal y semicolonial.

Esos aspectos ya fueron denunciados por algunos grupos sindicales e inclusive más de un organismo ha denunciado que “la vieja COB ha dejado de existir”, al haber perdido su independencia ideológica y orgánica y, todavía más, se ha producido un intento de crear en su reemplazo un auténtico organismo obrero que refleje la nueva realidad del país, caracterizada como de tipo “pequeño burgués”, con todas sus condiciones positivas y negativas y así dejar de retroceder al negativo corporativismo.