La inviolabilidad de territorios, sinónimo de buena vecindad, fue proclamada como una norma internacional, por los países que circundan a Bolivia, a 60 años, más o menos, de la invasión militar chilena al Litoral boliviano.
En consecuencia la Carta de Organización de los Estados Americanos, en su Artículo 17, aprobada en Bogotá – Colombia -, en abril de 1948, sostiene: “El territorio de un Estado es inviolable; no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera que fuere el motivo, aún de manera temporal”.
He aquí el pensamiento político americano que se plasmó en un principio con pretensiones de regir la convivencia civilizada en esta región del mundo.
Las fuerzas de la barbarie expansionista del Siglo XIX, de origen anglo-chileno, en una actitud alevosa y premeditada, e ignorando la inviolabilidad de territorios, incursionaron salvajemente al Litoral boliviano, provocando no sólo la apropiación indebida de recursos naturales sino el enclaustramiento de Bolivia.
“El territorio de un Estado no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado”, afirma la Carta de Bogotá.
Sabios y sanos propósitos que deberían orientar a Chile, en particular, a fin de que asuma una solución de buena fe, en el centenario conflicto que separa a dos países que comparten una frontera común que enemista a bolivianos y chilenos poniendo en vilo la paz regional. Y por medio un canciller Muñoz, de una mentalidad política retrógrada. Por consiguiente Muñoz, el hombre emblemático de la casta dominante chilena, se ha constituido, desde que se hizo cargo de la titularidad del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, en el enemigo más implacable de la reivindicación marítima boliviana. Destila hiel en contra de los bolivianos que demandan la restitución de su salida libre y soberana en el Pacífico.
La ocupación chilena, en nuestro Litoral, no ha cesado, desde 1879, pese que surgieron decisiones políticas internacionales como las mencionadas líneas arriba. Pese que se escuchó, en diferentes puntos de Latinoamérica y en el seno del mismo pueblo chileno, respaldo pleno a la causa boliviana.
Chile, en consecuencia, con arrogancia y displicencia continúa aferrado a todo lo que ha logrado mediante el latrocinio más censurable. Y ahora que la demanda marítima radica en La Haya, han resurgido en esa nación manifestaciones ultra nacionalistas, que anularon toda iniciativa de entendimiento, desconociendo determinaciones emanadas desde organismos internacionales, que condenaron la ocupación arbitraria de territorios.
Algo más: no hubo tal guerra entre Bolivia y Chile sino una cobarde y premeditada invasión chilena a territorio patrio con el objeto de alcanzar la hegemonía en el Pacífico y la apropiación indebida de la riqueza de nuestro Litoral.
En suma: Bolivia no cejará en su histórica intención de recuperar lo perdido en la invasión de 1879.
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