Héctor Revuelta Santa Cruz
¿No quieres tomar una tacita de té? ¿No quieres comprarme ají molido, caserita? ¿No quieres que te lleve en moto? ¿No me puedes prestar diez pesitos? ¿No sabe dónde queda la plaza Murillo? Estas son maneras, bastante frecuentes, que muchos bolivianos utilizamos, anteponiendo “no” para ofrecer, pedir o preguntar. Con las disculpas necesarias me permito llamarle “nonismo”.
Si a la pregunta: ¿no quieres tomar té? Respondo sí, ¿resultaría una afirmación a que no quiero tomar té?; por el contrario, si la respuesta fuera no, ¿significaría que sí, efectivamente quiero tomar té? En nuestro cotidiano entender y vivir: no, es no quiero tomar té y sí, sí quiero tomar té.
Esta nota no tiene la pretensión de efectuar un análisis y menos aún llegar a una conclusión de por qué utilizamos esta forma negativa de hablar. Su propósito es inquietar a eruditos en lingüística, sociología y psicología para que ellos puedan encontrar, si antes no lo hicieron, respuestas apropiadas. No obstante, me animo a realizar algunas preguntas.
Si la forma negativa de preguntar o pedir es una constante: ¿estaremos frente a una manera negativa de pensar, por algún motivo desconocido? ¿Será una herencia de costumbres ancestrales? ¿Estaremos frente a una situación conciencial de oposición a todo lo que nos rodea? ¿O será una herencia de la opresión en la conquista, donde todo le estaba prohibido al habitante autóctono?
Por otra parte, ¿el “nonismo” de muchos bolivianos podría ser un resultado de la timidez?, ¿un temor oculto al fracaso o al rechazo que la persona no está dispuesta a afrontar, motivado quién sabe si por el orgullo?, ¿se podría decir que es falta de seguridad?
También es necesario recordar la forma en la que en muchos hogares bolivianos se educa a los niños, casi siempre, prohibiendo imperativamente: ¡no hagas!, ¡no juegues!, ¡no molestes! En vez de inducir a ejecutar una acción positiva. ¿Será que en el futuro de esos niños esta conducta se manifieste con un lenguaje cotidianamente “nonista”?
Si fuera muletilla: es solamente una palabra innecesaria que estropea el buen hablar.
El autor es Ing. Civil, docente de la Facultad de Ingeniería de la UMSA.
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