La nueva ola

Prosiguiendo con la revisión de los últimos hallazgos de Andrés Oppenheimer y sus recomendaciones de política, un tema que claramente muestra las nuevas tendencias del avance científico en los países desarrollados, que, su vez determinarán nuevas formas de empleo, con impactos poderosos tanto en las economías desarrolladas y aún mayores en los países pobres, es el desarrollo de una nueva tecnología, la de las impresoras 3D.

Esto me hizo recuerdo a una experiencia personal en Houston, cuando por un trabajo de consultoría tuve la oportunidad de visitar las instalaciones de las tres grandes productoras de equipos de boca de pozo de petróleo (los árboles de Navidad). En la más grande de ellas, la productora Cameron, me hicieron recorrer parte de sus grandes instalaciones donde se utilizaba tecnologías con más de dos décadas, hasta las más recientes -en ese momento- que cambiaban completamente el enfoque de la producción en cadena, introducida por ese genio de la industria automovilística: Henry Ford, por un nuevo esquema en que un bloque de acero especial, era colocado en una especie de pivote y en torno a él venían las herramientas automáticas para hacer todo el trabajo, hasta que la nueva pieza era concluida.

Algo parecido a eso, es lo que la revolución científica del momento está introduciendo con las fotocopiadoras 3D, sobre lo cual Oppenheimer nos relata lo siguiente: “esas máquinas, capaces de replicar objetos, habían sido inventadas por el ingeniero estadounidense Charles “Chuck” Hull y otros que trabajaban paralelamente en tecnologías similares. Hoy en día tras numerosas mejoras, están surgiendo como una de las innovaciones que tendrá más impacto en la economía global”.

Uno de los genios de esta introducción fue un maestro de escuela, Bre Pettis, “que se reinventó como empresario de impresoras 3D. Ello le permitió que, apenas seis años después de dejar su trabajo de maestro y dedicarse a tiempo completo a su proyecto en 2013, vendió su empresa en 604 millones de dólares, dedicada a producir impresoras personales. Éstas a diferencia de las impresoras industriales, piezas gigantes que costaban 100.000 dólares, eran impresoras de uso personal que valen entre 1.300 a 1.500 dólares. Máquinas ideales, para arquitectos, ingenieros y diseñadores”.

Según Abrahma Reichental, estas impresoras traerán consigo una nueva Revolución Industrial que va a cambiar todo.

Según James Bessen de la Universidad de Boston, algunas veces “la tecnología elimina empleos, pero otras crea la demanda de nuevas capacidades y empleos. En un caso la máquina reemplaza totalmente al trabajador; en el otro, sólo lo desplaza a otras tareas que exigen nuevas habilidades”.

En un artículo para Desarrollo y Finanzas del Fondo Monetario Internacional, Bessen asegura que “la revolución de la tecnología de la información probablemente se acelere. La inteligencia artificial adquirirá una capacidad asombrosa en los próximos años y posiblemente absorberá tareas en cientos de ocupaciones. Pero esto no es razón para desesperarse por el “fin del trabajo”, sino una razón más para centrarse en políticas que ayuden a gran número de trabajadores a adquirir el conocimiento y las habilidades necesarias para trabajar con la nueva tecnología”.

El mensaje es claro, con las innovaciones rápidas que se dan en los países desarrollados, frente al vertiginoso crecimiento de la población mundial, se requiere generar trabajo, pero la nueva ciencia requiere formar gente de otras capacidades. Ese es el gran desafío del momento.