Eduardo Apaza Huayhua
Es claro que una política educativa deberá responder a un modelo o paradigma que los políticos en función de poder deberán diseñar y ejecutar, según una visión de país que se plantea a la sociedad. Bajo esta lógica debemos comprender la reforma educativa Avelino Siñani – Elizardo Pérez, que nace después de muchas experiencias anteriores, pero que se hace patente a partir de la nueva Constitución Política del Estado, que nos muestra un nuevo modelo de país, en busca del vivir bien para nuestra sociedad postergada por siglos de opresión y abandono.
Bajo esta óptica, es muy claro el rol fundamental que le toca desempeñar al sistema educativo, cuyos éxitos o fracasos recaerán en los operadores del proceso educativo, que son los administradores educativos, llamados directores de unidades educativas. Sobre los hombros de ellos se sustenta la acción educativa, llevando a la práctica todo lo que se plantea desde la teoría y los objetivos. Por ello es fundamental diseñar y aplicar un proceso de selección de administradores educativos que sea efectivo y sustentable en el tiempo, puesto que el actual sistema adolece de múltiples fallas que podemos resumir en dos puntos.
Primero. No es pertinente seleccionar a los administradores educativos a través de un examen que sólo se dedique a medir el nivel de conocimientos en función a normativas y leyes. Esto dista mucho del verdadero propósito de este tipo de examen, que debiera ser encontrar a personas idóneas que sean líderes y capaces de solucionar conflictos y problemas que se presentan en el ejercicio diario del trabajo educativo. Máxime cuando los seleccionados serán los encargados de promover y aplicar una nueva visión de educación
Segundo. Al calificar o dar un alto valor a los méritos, no se está encontrando a personas idóneas (líderes, creativos e idóneos), ya que el ser un buen maestro no implica que se es o será un buen administrador; que una persona solidaria y preocupada por sus compañeros y la sociedad no implica ser un buen líder. En muchas ocasiones, una administración demasiado paternalista, u otra demasiado autoritaria, destroza excelentes procesos logrados por grupos de maestros que trabajan por sus unidades educativas para hacerlas sobresalir. Más aún en esta época, cuando hay una competencia denodada entre unidades educativas que comparten los mismos ambientes, pero están en turnos diferentes o con las unidades particulares, o más aún entre las unidades educativas que se hallan en la misma zona.
Por ello, sería adecuado pedir la implementación de una escuela de directores, donde el Estado a través del Ministerio de Educación se encargue de formar a los administradores educativos, que deberán tener la tremenda responsabilidad de poner en marcha todo proceso educativo de calidad y excelencia.
Es cierto que todo educador tiene derecho a aspirar a ser un administrador, pero sería más valida su intención si de por medio existiera una formación mínima de unos dos años bajo el mismo sistema del PROFOCOM, donde a los docentes que deseen ser administradores se les imparta criterios de cómo llevar adelante una gestión educativa de calidad. Y es que en la actualidad están en función administradores que son producto de la meritocracia que se aplicó en el anterior proceso de selección y de ellos muchos administradores han tenido problemas a la hora de plantear una gestión educativa de calidad. Algunas unidades educativas han logrado sobrevivir más por inercia que por una buena gestión.
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