Desde los años 60, al margen de las guerras habidas en el orbe, aumentó el drama de los consumidores de drogas alucinógenas, alcohol y tabaco, porque han surgido muchos productores de todo tipo de drogas, dejando en sitio secundario a la producción de heroína con base en el opio. Si a este drama se agrega que parte de la industria farmacéutica ha encontrado sustitutos similares a la heroína, la cocaína y otros alucinógenos, el problema ha adquirido proporciones muy grandes y el negocio se ha convertido en una especie de enemigo invencible.
Empezando por los Estados Unidos -el mayor consumidor de drogas en los años 60 al 80- Europa, Asia, África y América Latina han visto comprometidas a sus comunidades en el consumo de drogas que son letales para la vida. Campañas de erradicación de la materia prima, labores de interdicción de productores, traficantes y comercializadores de droga no han tenido resultados; al contrario, en muchos casos aumentó la producción de droga debido a la pobreza de comunidades que han abandonado labores agrarias y han preferido cultivar coca, marihuana, opio y otras sustancias para la fabricación de drogas; al mal que ha crecido mucho, se agrega la producción y comercialización de químicos o precursores que es negocio de los países ricos y también de los considerados del segundo mundo.
Las acciones político-partidistas han jugado papel importante para que la guerra contra las drogas disminuya porque, por ejemplo, la DEA de los Estados Unidos es considerada “parte del imperialismo que no tiene cabida en tierras productoras de droga”. La agencia norteamericana DEA ha cumplido, en el tiempo de su trabajo en Bolivia, importante labor conjuntamente USAID - Agencia de Cooperación de Estados Unidos- para combatir tanto a la producción como a la comercialización y consumo. Se ha realizado batidas importantes, conjuntamente los organismos nacionales, y se ha creado centros de educación contra las drogas, clínicas de rehabilitación de drogadictos y programas de lucha contra la pobreza que ha cumplido USAID.
El narcotráfico es, con seguridad, la transnacional que más poderes tiene en lo político, económico y social; su labor está extendida por todo el mundo; sus conductores prostituyen a miles de personas y las hacen productoras, comercializadoras o consumidoras; sus utilidades son las mayores del mundo y que igualan sólo a lo que logran los fabricantes de armas y, en casos, lo que logra la corrupción, un mal también generalizado. Los cuadros guerrilleros -caso de las FARC de Colombia- han sido apoyo permanente para los productores de drogas; lo mismo ha ocurrido con Sendero Luminoso en el Perú que ha jugado papeles muy importantes para el crecimiento del negocio de drogas, el mal letal por excelencia que cobra millones de víctimas.
Naciones Unidas, conjuntamente la comunidad internacional, ha intentado combatir al narcotráfico; pero, que se sepa, hasta ahora todo fue inútil y el mal se hace invencible; mal al que se podría combatir si hubiese más conciencia solidaria en todos los países consumidores que demandan mayor producción debido a las exigencias de su población drogadicta.
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