Desde los años 1200 hasta los 1400, la amplia zona andina del altiplano del Collasuyo, que iba desde Tucumán hasta las proximidades del Cusco, estaba ocupada por la población aymara que pasó del nomadismo y se hizo sedentaria, se dedicó a la ganadería de llamas, alpacas y vicuñas y a domesticar, entre otros, recursos vegetales como la papa y la quinua. Al mismo tiempo, fue pasando de un sistema comunitario primitivo a la temprana comunidad rural.
Corrientes políticas en desarrollo empezaron enseguida una lucha por unificar las numerosas nacionalidades o etnias para comenzar a formar un Estado absolutista centralizado y desde entonces comenzó la formación de la Nación aymara que, a la larga, adquirió gran poderío y cuyo centro administrativo fue la Isla del Sol y enseguida Tiwanaku.
Mientras se organizaba el Estado aymara, nacía lo que luego se denominó Nación o Imperio quechua con sede en Cusco, sociedad que tuvo rápido desarrollo y con un Estado fuerte y agresivo se dedicó al expansionismo en su área. Y, con posterioridad, vio con interés al Collasuyo, lleno de recursos naturales y una población progresista. Se propuso invadirlo y ocuparlo con fines de explotar sus riquezas, algo que se le facilitó porque el Collasuyo entró al parecer en una etapa de luchas intestinas.
INCANIZACIÓN DEL COLLASUYO
En esas circunstancias, el incario, ya con un Estado avanzado, invadió el Collasuyo, se apoderó de él y empezó a explotarlo. Se trató de la “incanización” del Collasuyo, ya que esa ocupación no se la puede llamar “colonización”, que empezó a existir desde 1492 con el descubrimiento de América por Colón, nombre del que devino la palabra “colonización”.
La incanización del Collasuyo se produjo por la fuerza, a partir del inca Túpac Yupanqui que dominó todo el territorio. A la muerte de éste se hizo cargo del reinado del Incario, Huayna Cápac, que completó la obra de su padre. Ingresó a la región Colla con un ejército de 15.000 hombres, dominó las poblaciones e impuso su sistema económico. Actuó con gran energía y violencia y en particular utilizó el sistema de los mitimaes, que consistió en trasladar en masa las nacionalidades aymaras de una región a otra. Por ejemplo, sacó del valle de Cochabamba a tres etnias aymaras y las sustituyó con alrededor de veinte etnias del altiplano.
NACE LA INCANIZACIÓN
La dominación fue implacable. A la vez empezó la etapa extractivista de la incanización, de oro y plata, así como de productos agrícolas, sin permitir que quede un grano en la zona de producción, riqueza que era trasladada a Cusco en grandes manadas de llamas. El Incario impuso, a la vez, su sistema político de privar a los grupos trasplantados la libertad de movimiento y salida de la región de Cochabamba e inclusive prohibió a los aymaras sometidos a utilizar el idioma aymara. Desde el punto de vista económico fue de progreso importante.
El dominio de Túpac Yupanqui y Huayna Cápac duró en el Collasuyo algo más de cien años, cuando el Estado incaico se derrumbó fácilmente ante la presencia de los conquistadores españoles que entraron a la región, movilizaron a las poblaciones sometidas, les dieron libertad, las liberaron del régimen impositivo del 100 por ciento a la producción para rebajarlo al 10 por ciento, les reconocieron el derecho de propiedad de la tierra y les permitieron volver a sus tierras del altiplano y el libre uso de su idioma aymara.
En esa forma, los conquistadores españoles liberaron a las poblaciones aymaras de la incanización. Empezó, recién entonces, la colonización con diferentes características.
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