El pedido del Gobierno de incrementar las inversiones privadas para impulsar el desarrollo económico del país ha puesto al desnudo gran parte de la realidad nacional y permite descubrir el grado de atraso en que se encuentran tanto la empresa privada como la empresa capitalista de Estado.
Por un lado, se sugiere subir las inversiones privadas de unos 1.500 millones de dólares al año, al doble, y por otro se indica que las inversiones estatales tienen un ritmo optimista al extremo que significarían casi el 70 por ciento de las inversiones a nivel nacional. Sin embargo, viendo esas cifras a nivel continental, se comprueba que son insignificantes y que Bolivia se encuentra estancada en niveles verdaderamente asombrosos e inclusive sin posibilidad de salir adelante.
El hecho de que la inversión estatal llegue a alrededor de cinco mil millones de dólares revela a simple vista la existencia de un nivel insignificante de inversiones, con el aditamento de que muchas de ellas están destinadas a obras que no ofrecen rentas favorables para el país.
Es cierto, por otra parte, que entre el año 2005 y el 2015, las inversiones subieron de alrededor de mil a cinco mil millones de dólares, pero, en todo caso, se trataría de inversiones que no llegan a más de los mil millones de dólares al año como promedio, dato cuantitativo que muestra la magnitud poco menos que insignificante de nuestra economía que, además, se sigue debatiendo en la crisis.
Pero, en cuanto a la inversión pública, se señala que resulta siendo vidriosa, ya que se basa exclusivamente en los ingresos que tiene (o tenía) el país como efecto de los altos precios de las materias de exportación, ya que sin esos aspectos providenciales, la economía del país se encontraría en dificultades de increíble proyección política.
Mientras la economía del Estado gozó en los últimos diez años de bonanza apreciable por las altas cotizaciones de gas, minerales, soya, etc., que son exportados, lo cual permitió que las inversiones de este sector capitalista tengan un crecimiento considerable, la economía privada no ha seguido el mismo ritmo de crecimiento y, por el contrario, se encuentra en decadencia sostenida.
En efecto, los empresarios privados lamentan que no podrán aumentar sus inversiones a tres mil millones de dólares y que se mantendrán en alrededor de los 1.500 millones, dato que permite considerar que la economía nacional atraviesa momentos dramáticos. Se debe considerar además que este sector carece de seguridad jurídica en muchas de sus actividades y en el caso concreto de la minería, existe una ley, sin reglamento ni determinación tributaria, etc.
Es más, se puede advertir que esas inversiones tienden a decrecer, ya que los empresarios nacionales se encuentran en dificultades de tal naturaleza (doble aguinaldo, aumentos de salarios, falta de garantías) que prefieren “tirar la papa caliente” a manos del Estado, para que éste se haga cargo del funcionamiento de varias industrias, como en el caso de Enatex. Por otro lado, los empresarios nacionales sólo registran egresos, a diferencia del Estado que, pese al mal funcionamiento de sus empresas, puede hacer optimistas ofrecimientos y hablar inclusive de danza de millonarias sumas que tienen exclusive origen en la política extractivista, con cuyas divisas-oro se encubre la crítica situación económica de la agricultura, la minería y otros.
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