Por disposición del Virrey de España, en tiempos de la colonia se dispuso el servicio gratuito de mano de obra de los indígenas, que por obligación debían prestar trabajos en las minas durante dos años, a cambio sólo de su sustentación.
Se trataba de un servicio del nativo en beneficio de la Corona de España. La mita más fue aplicada en la mina de Potosí, la más rica de la colonia, en su explotación de plata.
En algunos casos, dependiendo de la calidad del minero español, el mitayo recibía alguna remuneración, fuera de toda regla.
Todo esto se estableció desde el descubrimiento del producto minero “plata”, a flor de tierra en el año 1545, en el famoso Cerro de Potosí, creándose la mita, o esclavitud temporal de los indios, destinados a trabajar en las minas.
Es innegable que la riqueza de las colonias fue el sustento de España, desde el rey Fernando el Católico, que sin la ayuda de las minas de América, en especial la de Potosí, no hubiera podido expulsar a los últimos reyes moros de Granada, y Carlos V, que extendió sus dominios en Europa y África, al igual que Felipe II, quien más disfruto del producto de las minas.
Sin embargo en América, en Potosí, se veía un opulencia y riqueza sin fin, que sólo beneficiaba a los ricos mineros potosinos, que muy aparte de los envíos de plata a Europa, en muchos momentos prestaron dinero al Virreinato, para su manutención; notándose en cambio, en las afueras de la villa, las pobrísimas viviendas de los mitayos.
Es de aclarar, también, que dada la ignorancia del mitayo, en algunas de sus viviendas ofrecían atenciones en tarros, y jarras de plata, sin tener sillas para sentarse, ni techo para cubrirse.
Ahora bien, en la mita había indios forzados y los indios voluntarios, los mitayos forzados eran traídos desde sus lugares de origen, como una especie de sacrificio. Sabido era que el indio mitayo casi nunca volvía a su terruño, generalmente moría en el puesto de trabajo obligado, presa de la explotación y de las enfermedades, que trae consigo la mala alimentación, añadiéndose la altura a 4.000 m. sobre el nivel del mar.
Siendo el indio voluntario, quien recibía algún emolumento en plata, o el robo de plata muy común, en Potosí.
Pero el mitayo común salía de su lugar de origen con bastante desconsuelo, sabía que quizá moriría en unos meses, por accidente o por un asma que contraía.
El día de su partida era muy triste, víctimas de su obediencia, recibían una misa del cura de la región para su buen viaje, generalmente salían a la plaza, donde padres, parientes, amigos, se abrazaban mutuamente, con lágrimas y sollozos, seguidos de sus hijos y mujeres.
Mas parecía una procesión dada a quien va a morir indefectiblemente. Parecerían las exequias de un muerto, que las despedidas de un vivo.
Muchos españoles poseedores de tierras de cultivo protestaban por este avasallamiento, un coronel del ejército español, don Manuel de Vilalta, se representó ante el Virrey, pretendiendo que sus indios no vayan a la mina de Potosí, arguyendo: Ponen en riesgo sus vidas, son mal pagados, contraen enfermedades, y por último mueren prematuramente; fue apresado por atentar contra las leyes de la Corona.
La mita es sinónimo de explotación y esclavitud, allí no había protestas, la ley del reino ordenaba un servicio obligatorio del indio por dos años, que debería ser cumplido, so pena de muerte.
Sin embargo, la absoluta despoblación de las áreas rurales dio lugar a una falta de mano de obra total en los lugares de cultivo, la agricultura se veía diariamente más y más empobrecida, frente al ansia y codicia por la explotación del mineral.
Finalmente, como un castigo de Dios, las vetas fueron dando menos y menos plata, suprimiéndose paulatinamente el servicio mitayo, cerca al Siglo XVIII.
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