La imposición de la avaricia

Corre otro siglo y no se vislumbra ni la menor señal de concordancia, ni un pequeño gesto de conciencia por el grande daño inferido a Bolivia con el asalto e invasión al Puerto de Antofagasta en 1879.

Transcurre el tiempo y en tantos años, la gente trabajadora del transporte boliviano sufre por la terquedad y prepotencia de los subalternos en la frontera chilena, que inmovilizan los vehículos en las vías por días íntegros, recurriendo a subterfugios, lo que hace patente el afán del detentador de mostrar supremacía. Quieren que se llegue al sometimiento de esos compatriotas.

Hasta la salud del pueblo boliviano ha sido puesta en peligro, pues el trigo que llega en vapores, es descargado directamente en las playas de Arica y Antofagasta, a la intemperie, donde es pasto de aves marinas y roedores. Al respecto, las quejas a la Organización Mundial de la Salud no han sido escuchadas.

Con miles de millones de dólares se beneficia el usurpador, por el transporte de importación y exportación de mercaderías y productos, por los puertos de Arica, Iquique y Antofagasta, convertidos en grandes urbes que contribuyen en grande medida a la economía chilena. A ello se debe agregar que la mina de cobre de Chuquicamata en Calama, la más grande del mundo, fue despojada a Bolivia.

No podemos olvidar que las aguas del río Lauca fueron desviadas para irrigar los valles de Azapa. Así los invasores quitaron una parte de las aguas destinadas a la agricultura del altiplano. También utilizan arbitrariamente las aguas dulces de los manantiales del Silala, obteniendo grandes ingresos por cobros a los habitantes de zonas fronterizas chilenas, así como a industrias y minas.

Son grandes muestras de codicia, lo que nos hace recordar lo que dijo en 1904 el diplomático chileno Abraham Koning: “Que el Litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale; que si nada valiera no habría interés en su conservación”.

Todas estas verdades deberían conocerlas los niños bolivianos y los niños chilenos y guiarse por lo que manifestó el insigne presidente chileno Domingo Santa María (1881 – 1886), ante el nuevo escenario entre ambas naciones: “No olvidemos ni por un instante que no podemos ahogar a Bolivia... privada de Antofagasta y de todo el Litoral que antes poseía hasta el Loa, debemos proporcionarle por alguna parte un puerto suyo, una puerta de calle que le permita entrar al interior sin zozobra, sin pedir venia. No podemos ni debemos matar a Bolivia”.

Que este mensaje de justicia y dignidad llegue al verdadero pueblo chileno.

En esta fecha también rendimos homenaje al Héroe del Topáter, don Eduardo Abaroa, que nunca será olvidado, por ofrendar su vida en defensa de la Patria.