Rodrigo Burgoa Terceros
Hace poco más de una centuria, un 13 de agosto de 1900, el embajador chileno en Bolivia, Abraham Konig presentaba a la Cancillería nacional una particular nota, célebre por sus exabruptos. La nota presentaba una conminatoria agresiva para firmar un tratado de límites definitivos entre ambos países, ante un debilitado gobierno boliviano cuya economía se encontraba en ruinas a raíz de las condiciones del Pacto de Tregua de 1884. En la citada nota, el representante del gobierno chileno afirmaba: “Que el Litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos.” Sin duda alguna, el Litoral Boliviano valió mucho para Chile
Bastan algunas cifras para que el lector pueda comprender la magnitud de la riqueza que Chile generó con base en nuestro territorio. Tan sólo una mina de cobre ubicada 15 kilómetros al norte de Calama, cuya heroica defensa se recuerda el 23 de marzo, convirtió a Chile en uno de los mayores productores de cobre en el mundo. Sobre esta mina, el presidente trasandino Salvador Allende afirmaba que era el sueldo de Chile y no exageraba. Tan sólo en el año 2012, la industria minera del cobre, cuando el esplendor de Chuquicamata, la mina en cuestión, va en decadencia, aportó a la economía mapuche cerca de 30 mil millones de dólares estadounidenses, según el Reporte Anual del Consejo Minero de Chile 2012-2013.
Para comprender la dimensión de dicha suma, cabe recordar que en ese mismo año, todo el Producto Interno Bruto boliviano alcanzó casi 27 mil millones de dólares estadounidenses. Es decir, ni con toda la producción de dicho año, se logró siquiera llegar a lo que la industria del cobre generó para el PIB chileno. No hay duda que Chuquicamata ha sido el sueldo de Chile desde hace más de un siglo. Sin embargo, no es la única riqueza del territorio usurpado con la que el país invasor logró dinamizar su economía. No se debe olvidar las guaneras, salitreras, minas de plata, productos ictiológicos entre otros recursos naturales, de los que el gobierno de La Moneda se benefició.
¿Y Bolivia qué recibió a cambio? La ridícula suma de 300 mil libras esterlinas. Es decir, aproximadamente 35 millones de dólares estadounidenses en la actualidad; ni siquiera representa el 1% de lo que Chile percibe en promedio cada año por la industria cuprífera. Como se puede notar, Bolivia renunció a una riqueza incalculable con la usurpación de su Litoral. Pero ello no es todo, cada año el país aún pierde cerca de 30 mil millones de dólares estadounidenses en sus exportaciones debido al injusto enclaustramiento, de acuerdo con un estudio que realicé hace dos años.
Pese a los inmensos ingresos que el Litoral Boliviano generó para Chile y los perjuicios económicos que el enclaustramiento causa a Bolivia, existen analistas que aún sostienen la tesis de obtener una franja sobre las costas del Pacífico a cambio de una compensación territorial o con otros recursos naturales. Estos planteamientos no merecen consideración alguna. En las líneas anteriores, se ha demostrado claramente el beneficio chileno con base en recursos del Litoral. Además, se puede añadir a ello el usufructo a título gratuito por una centuria del agua de los manantiales del Silala, y desde 1960 de las del río Lauca, desviadas unilateral y abusivamente, a pesar de nuestras reclamaciones.
En lugar de discutir infructuosamente sobre compensaciones, se debería prestar atención al denominado Norte Grande de Chile. Si bien la región cercana a Chuquicamata aún contribuye al PIB chileno, existen otras localidades del territorio boliviano usurpado que dejaron de generar ingresos para Chile y se encuentran en total abandono por el gobierno centralista de La Moneda. Como culminaba su nota el diplomático chileno Konig: “Lo guardamos porque vale, que si nada valiera, no habría interés en su conservación.” Las poblaciones de Mejillones, Tocopilla, Cobija, Calama e incluso Antofagasta que conforman el Litoral Boliviano, junto con la región de Arica y Parinacota dejaron de valer en la economía chilena, pero su valor es inconmensurable para los bolivianos.
El autor es economista.
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