Muchas veces, a nivel de los partidos políticos, en gestiones anteriores, se habría decidido que las ciudades merecen respeto por el mismo hecho de que el pueblo tiene que ser respetado, y evitar el pintarrajeado de paredes de edificios públicos y privados con propaganda a favor de candidatos partidistas.
En la presente campaña pre-electoral con miras a las elecciones para gobernadores, alcaldes y munícipes (no “subnacionales”) están presentes en todas las ciudades y pueblos del país, la parte llamada mundialmente como “canalla” de los partidos políticos, personas que no consideran nada ni a nadie, que están dispuestos a destruir el ornato público, a pintarrajear paredes y puertas de edificios públicos y particulares, que gastan dinero y pintura en acciones bochornosas en favor de quienes consideran “sus” “partidarios” o “compañeros”. Es gente que, sin sentimiento alguno, seguramente buscará la compensación respectiva en caso de que su propaganda dé resultados y sea elegida alguna autoridad.
Nos preciamos los bolivianos de vivir en tiempos civilizados, cuando se respeta y considera los derechos de los demás; un país que tiene por principio la paz y la concordia entre todos y donde todos se deben a la comunidad en que viven y tienen consideraciones por los derechos y bienes ajenos. Parece que estos principios no calan en los partidos políticos que permiten o autorizan que su “parte canalla” del partido actúe con total desprecio por los derechos ajenos.
Cuán importante sería que los partidos políticos realicen campañas entre su militancia sobre la necesidad de cuidar los bienes del país, de preservar los bienes y monumentos nacionales, que la propiedad privada es sagrada y que nadie, por poder político, económico o social que tenga tiene derecho a dañar, perjudicar, destruir, empobrecer, afear, dañar lo ajeno. Que cada uno de los militantes entienda que la política es acción y arte de servir y no destruir ni desprestigiar ni vulnerar derechos y normas inherentes a todas las instituciones y las personas.
Una educación con normas de higiene, urbanidad, decencia y decoro necesitan quienes actúan bajo principios donde la destrucción de los bienes ajenos es consigna de sus vidas. Esas mismas dotes deberían aprender muchos partidos políticos y sus candidatos si realmente esperan que la ciudadanía confíe en ellos.
En entrevistas televisivas con “analistas” y “politólogos”, los diversos candidatos expresan las mejores intenciones para merecer el voto; pero en los hechos, no tienen el mínimo decoro ni vocación por el respeto que merece la población y hasta organizan marchas que alteran totalmente la vida en las ciudades y menos evitan que se atente contra el ornato de plazas, calles y propiedades urbanas. Sería bueno que esos candidatos demuestren con hechos sus “buenas intenciones”.
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