Juan Marcelo Columba Fernández
“- Oiga, pariente, ¿usted me quiere hacer creer que vivimos en democracia cuando el Estado inhabilita al principal partido opositor y penaliza al decano de la prensa beniana por la publicación de encuestas electorales?”.
El fragmento precedente bien podría formar parte de uno de los diálogos amazónicos de “La Maleta del Traficante”, novela en la que Kisen Brieger narra la creación de un narco-estado autoritario y corrupto en Sudamérica. Sin embargo, dicha plática podría deslizarse, tal vez con mayor pertinencia, en la coyuntura electoral boliviana, donde la publicación de encuestas sobre las preferencias electorales, no solamente originó la inhabilitación de más de 200 candidatos opositores en el departamento de Beni, sino también la sanción al más importante periódico regional.
El funcionamiento de una democracia moderna, a decir de especialistas como D. Wolton, contempla la interacción comunicativa entre tres actores en el espacio público: los políticos, los medios y los ciudadanos. La dinámica democrática implica, así, una actividad política que es informada y difundida por los medios, pero también considera la expresión de los ciudadanos, quienes, mediante las encuestas y sondeos, buscan incidir pacíficamente en la conducción política de una sociedad. En un marco electoral democrático, la lógica de las encuestas y sondeos deviene, naturalmente, dominante, pues los políticos desean conocer si sus propuestas son consideradas favorablemente por los ciudadanos.
El Estado plurinacional, mediante su órgano y tribunal electoral, ha inhabilitado a la principal organización política beniana y ha sancionado a un destacado medio de comunicación por haber hecho público el resultado de unas encuestas. ¿Realmente se puede ignorar el nivel de degradación democrática al que ha llegado Bolivia? ¿Puede ocultarse la actitud anti-democrática que implica la invalidación de las organizaciones políticas opositoras, el amedrentamiento de medios de comunicación y el descrédito de la opinión ciudadana expresado en la prohibición de encuestas? El verticalismo y unidireccionalidad confirman su presencia, cada vez más viciosa, en la acción política y la dinámica comunicacional del Estado plurinacional.
La prohibición de encuestas y su penalización, reflejan el profundo desprecio del vasallaje criollo por la voz de los ciudadanos libres y las herramientas democráticas que permiten su expresión. El poder político intenta desarrollar unas elecciones en las que se favorece al partido de gobierno, se silencia a los medios y se cose a puñaladas a los protagonistas de la dinámica democrática. ¿Puede continuar esta payasada electorera sin que a nadie se le mueva un pelo? Es probable. Tal vez hasta pueda legitimar un liderazgo y una unidad opositora a nivel nacional a partir de lo ocurrido en Beni, pero no habrá que perder de vista el objetivo de los maquiavelillos plurinacionales, quienes a toda costa buscan profundizar su pintoresca visión de la democracia allende las llanuras de Moxos.
El autor es Lingüista.
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