Con el asalto armado, el 23 de marzo de 1879, al puerto de Antofagasta boliviano, Chile nos arrebató el mar. Desde entonces Bolivia quedó enclaustrada entre sus montañas de la cordillera de Los Andes, asfixiada y sin posibilidad de comunicación directa con otros países. Fue como la puñalada artera clavada a Bolivia, por el “Caín de América”.
Bolivia nunca olvidará aquel funesto hecho, porque las heridas causadas a su pueblo siguen sangrando a más de 130 años. Chile arrastró a Bolivia a una guerra sangrienta, “no declarada”, donde perdimos el mar, por la angurria de los comerciantes anglo-chilenos, que no quisieron pagar el impuesto de 10 centavos por la extracción del salitre boliviano. Actualmente, el Gobierno boliviano tiene la demanda puesta contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, reclamando por su justo derecho de retornar a las costas del Pacífico.
Pero la angurria y falta de voluntad de un puñado de la oligarquía chilena que se halla encaramada en el gobierno de ese país, no permite ni dialogar sobre el mar. Sin embargo, el pueblo boliviano tiene muchas esperanzas puestas en que esa instancia internacional determine, en honor a la razón y la justicia, la resolución para entablar negociaciones con el agresor.
No obstante, es un deber resaltar que personalidades del mundo y el “noble pueblo de Chile” apoyan nuestra causa marítima; clamando en foros y manifestaciones públicas, con gritos: ¡Mar para Bolivia! Es un hecho ponderable.
Cuando Bolivia fue creada por el Libertador Simón Bolívar, en 1825, nació con una amplia costa marítima, de alrededor de 400 kilómetros sobre el Pacífico, donde había riquezas naturales como salitre, cobre, guano, especies marinas y otras que despertaron las ambiciones de nuestro, dizque, “buen hermano vecino”.
Y cuando Chile se creó como república en 1810, sólo contaba con la mitad del territorio actual, que apenas alcanzaba a 750 mil Km2; hoy tiene más del doble de esa superficie. ¿Cómo lo obtuvo? Chile sabe muy bien que es el resultado de las “guerras de conquista” y “tratados leoninos” que llevó a la práctica, con sus vecinos limítrofes. Si hubiera tenido límites con otros países, seguramente hubiera hecho lo mismo.
Para Bolivia su encierro fue funesto y de alto costo; significó no sólo la pérdida de su mar sino también de su territorio que alcanza a más de 300 kilómetros cuadrados; y por ello perdió miles de millones de dólares. En cambio los chilenos se beneficiaron con esa inmensa cantidad de dinero, por el aprovechamiento de recursos naturales que un día fueron nuestros, los fletes portuarios que nos cobran; y aún más, porque introducen a Bolivia una gran cantidad de mercaderías de contrabando, como motorizados “chatarra”, artículos electrodomésticos, ropa y comestibles de mala calidad, etc., por el inmenso territorio limítrofe que compartimos con ellos. Es decir que ese país vive de hacernos ese “mal negocio”, motivo por el cual no quiere devolvernos mar, ni darnos paso libre y soberano a los puertos del Pacífico, que un día fueron nuestros.
Por otra parte, la vocación expansionista de Chile ha perjudicado, en gran medida, la convivencia pacífica de los países sudamericanos. Chile nunca ha tenido buenas relaciones con sus vecinos. Con el Perú, recientemente, tuvo un conflicto marítimo que lo perdió ante La Haya; y otro, por el espionaje militar de Chile; con la Argentina, tuvo conflicto por el Canal de Beagle; y con Bolivia, por el asalto armado al Litoral boliviano. Es decir que es un país muy conflictivo, un potencial peligro para la convivencia pacífica de los países de Sudamérica.
Hace días, el canciller chileno Heraldo Muñoz, suelto de cuerpo, salió a la palestra para expresar que “Bolivia pierde el tiempo en su reclamo ante la Corte de la Haya...”, y “que podemos hablar otras cosas...”. Eso significa que no tienen la menor voluntad de sentarse a dialogar sobre el mar.
Los bolivianos por patriotismo debemos desviar nuestro comercio y comunicaciones marítimas por puertos de otros países; cerrando, de esta manera, nuestras relaciones comerciales definitivamente con Chile. ¡Mar para Bolivia, ya! ¡Viva Bolivia, con su Litoral!
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