La noticia de perfil
En las vísperas del Jueves Santo, mi socia periodística me sugirió ayer suspender momentáneamente nuestra cotidiana labor de referirnos a personajes y a hechos terrenales de acusado terrorismo criollo folclórico y penetrar a terrenos más limpios y universales.
Esta sugestión de la cholita cochabambina tuvo mi plena aprobación y le pregunté si en Quillacollo le habían hablado lo suficiente acerca de la última cena de Jesús con sus apóstoles.
La cochalita reflexionó algunos instantes y me dijo con toda sinceridad que en su pueblo no había recibido la suficiente enseñanza evangélica acerca de la “Última Cena” porque la mayor parte del tiempo solamente se hablaba de chica y de chicharrones.
Recurriendo a mi imaginación, le conté que yo había vivido varias veces y una de ellas transcurrió en los tiempos de Jesús y en la Tierra Santa.
La cholita quedó boquiabierta ante mi revelación, creyendo en mis palabras para luego pedirme que le contase con detalles lo que sucedió en ese último “ajtapi” del Redentor con sus Apóstoles.
Para dar mayor verosimilitud a mi fantasioso relato, le conté a mi pariente espiritual que mi madre fue amiga de la madre de Dios y gracias a esa amistad mi mamitay y yo pudimos entrar y permanecer en la cocina contigua al comedor donde Jesús cenaría por última vez con todos sus apóstoles; en esa cocina fue instalada la “mesa del pellejo”, donde compartimos el Cordero Pascual que había preparado para su hijito Jesús y sus apóstoles.
Emocionada mi socia periodística ante mi propia versión de los hechos sucedidos en aquel primer Jueves Santo, me pidió que le acelere mi relato, aclarándole que Jesús y sus amigos íntimos comieron primero un corderito pascual y fue mucho después la bendición del pan y del vino (Institución de la Eucaristía), alimentos eternos que nutrirían a los cristianos en nuestra vida terrenal.
Mi comadrita cochala emocionada con mi relato de aquellos hechos vistos desde la cocina, me instó a que le contara acerca de la actuación del traidor Judas, le conté que fue Jesús quien lo descubrió como traidor ante los otros apóstoles y que, después, Judas se retiró de la mesa sin dar las gracias ni despedirse de nadie. La Virgen María me dijo que lo persiguiera para saber a dónde se dirigía el traidor, orden que cumplí a medias, pues Judas se metió por unas callejuelas donde tenían sus negocios muchas gentes de pésima fama.
Cuando volví a la hermosa “mesa de pellejo”, Jesús y sus apóstoles se habían dirigido al Huerto de Getsemaní para orar, siguiéndole sus pasos con mucho miedo, porque presentí cosas terribles que ya no le conté a mi comadre Macacha, porque se puso a llorar pensando en la Vía Crucis que sufrió nuestro Redentor.
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