Noelia Ximena Quino Flores
Desde finales de los 80 dos alcaldes de Nueva York ya habían intentado prohibir el uso del poliestireno, pero ha sido Bill de Blasio quien por fin ha conseguido hacerlo. A partir de julio de este año utilizar poliestireno en la gran metrópolis estará prohibido y a partir de 2016 su uso será multado.
El poliestireno está presente en las bandejas usadas en comida rápida, pero también en numerosos productos de supermercado, vasos, platos o las perlas empleadas en el relleno que protege los embalajes. Sus ventajas son innegables: bajo coste, buen aislante térmico, material higiénico, resistente y ligero. Pero tiene también otras desventajas como su nula reutilización y su composición que consistente en su mayor parte de aire hace que su reciclaje sea muy poco rentable.
Un estudio del Departamento de Saneamiento de Nueva York lo declara imposible de reciclar, y por tanto, un tóxico medioambiental. Otro inconveniente: uno de sus componentes, el estireno, ha sido relacionado con posibles efectos cancerígenos. Y el poliestireno que llega al mar es ingerido por los animales marinos que lo confunden con comida, lo que facilita que este plástico llegue a la cadena alimenticia humana.
Sin embargo, su uso es defendido en Estados Unidos por la empresa Dart Container Corporation o el American Chemistry Council con argumentos como la pérdida de puestos de empleo o el “técnicamente” posible reciclaje del poliestireno.
En España, el uso de este material está en auge, si bien no se alcanzan las 30.000 toneladas en ninguna ciudad como así sucedía en Nueva York, tiene defensores como la Asociación Nacional de Poliestireno Expandido (ANAPE), que en un comunicado aclaratorio respecto a la prohibición en la ciudad estadounidense dice que el sistema de separación en origen español optimiza los gastos y permite un reciclaje rentable del poliestireno.
Pero ecologistas o médicos exigen que se estudien más los efectos de una exposición continuada a sus componentes y que se tenga en cuenta que no todo el poliestireno puede ser reciclado: el que tiene fines domésticos presenta residuos orgánicos que suman costes e impiden su reciclaje para el mismo uso. Victor Mitjans de la Fundació per la Prevenció dels Residus dice: “Envases como este no deberían ser admitidos. No son biodegradables ni reciclables, suponen un consumo desorbitado de recursos naturales y generan residuos de forma insostenible. Debemos dejar de utilizar elementos de envasado superfluos y sustituirlos por elementos reutilizables o, como mínimo, fácilmente reciclables”.
La autora es periodista.
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