[Armando Mariaca]

Jesús, con su muerte, dio vida a la humanidad


Año tras año, la humanidad rememora la vida, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios Padre que se ofreció como víctima propiciatoria para alcanzar el perdón y la vida eterna para los hombres de todos los tiempos.

Jesús, ejemplo de vida, amor, humildad y múltiples valores en los años que escogió para predicar sus Evangelios, para mostrar la grandeza y misericordia de Dios que creó al universo y al ser humano como muestra de su poder infinito y, además, para mostrar al mundo, cuánta perfección puede alcanzar Él tan sólo por su omnipotente voluntad que, en todo caso, mostró amor por sus hijos, hijos de todas las generaciones que no siempre reconocen a su Creador y Señor; hijos que, muchas veces traicionan sus mandamientos, sus evangelios y hacen abstracción de todas las enseñanzas bíblicas que muestran caminos ciertos para vivir en concordia, armonía y fraternidad entre todos los seres humanos.

Muchos hombres, por principio, ante las adversidades, siempre creyeron que la fe en Dios no tenía fundamento alguno, que todo era inventos de las creencias religiosas y hasta alegaban que la Iglesia Católica no actuaba bajo principios en que el hombre sea el factor de unidad y amor entre todos para alcanzar bienes temporales que determinen su felicidad. Por muchas generaciones se pensó que el hombre es efecto de la naturaleza y se negó -hasta por parte de sabios muy inteligentes- la existencia de Dios. Las políticas que esgrimió el ser humano, en diferentes épocas de la humanidad, pretendieron ignorar la presencia y obra permanente de Dios en la vida de todos los seres vivos que pueblan el planeta Tierra. Buscaron que doctrinas materialistas y hedonistas dominen al hombre y lo esclavicen en pro de creencias condenatorias del Ser Supremo.

Al hacer que se anuncie la llegada de Jesús en un pesebre de Belén, Dios mostró su voluntad: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”. Este mensaje, más temprano que tarde, se insufló en el espíritu del ser humano y el hombre, aunque olvide circunstancialmente a Dios, no pudo abstraerse de los dones creados por Él, como son el amor, la caridad, la misericordia, la humildad, la libertad, la armonía y la paz que deben reinar entre todos. Muchas veces, se protesta por la presencia de guerras y conflictos, por hechos contrarios a Dios y al bien común de los pueblos, se aduce que Dios pudo impedir todo ello, pero que lo permite aún, sabiendo que todos esos males destruyen a partes de la humanidad a través de los siglos; pero, se olvida que Dios, al crear al ser humano le dio un gran bien, el libre albedrío o sea el derecho de obrar a voluntad, escogiendo los caminos del bien o del mal.

Esa libertad, muchas veces traicionada por el ser humano, condenó Dios desde los inicios de la vida del planeta y al expulsar a sus hijos del Paraíso, los condenó a sufrir penurias y necesidades que él, el hombre, debería remediar sólo atenido a sus fuerzas y voluntad humana. Pero, no obstante su decisión inicial, decidió otorgar perdón a la humanidad por lo mucho que pecó, por todo el daño que hizo el hombre a través de guerras, hedonismos, materialismos, crímenes de toda clase y, para ello, hizo que Él mismo, encarnado en Su Hijo Jesucristo redima al ser humano por todo lo malo que hizo y hace por generaciones.

El mensaje de Semana Santa es apropiado para pensar y entender la grandeza y misericordia de Dios; mensaje que sirve para encontrar los caminos rectos que señalan los diez mandamientos y cuyo seguimiento está en cada una de las palabras de los Santos Evangelios que determinan cómo el ser humano puede perfeccionarse, cómo puede alcanzar la misericordia de Dios y cómo conseguir que su vida en la Tierra sea camino cierto a la eternidad dispuesta por el Creador.

Quienes están ausentes de los caminos evangélicos y de los textos bíblicos, quienes no conciben la existencia de Dios y sólo buscan la satisfacción de sus ambiciones y mezquindades, si se adentran un poco en su propia conciencia encontrarán que Dios está en sus corazones a través del espíritu que Él ha creado e inculcado en cada uno. Cada quien, a su modo, puede encontrar los caminos ciertos para vivir en armonía con su prójimo desechando odios, complejos, rencores y sentimientos malsanos que incitan permanentemente a obstruir y, si es preciso, destruir la vida de quienes son parte del entorno general de los pueblos.

Vivir en armonía con el prójimo es vivir en sintonía con Dios; vivir cumpliendo virtudes y valores basados en el amor y misericordia de Dios, teniendo como ejemplo y guía el sacrificio, muerte y resurrección de Jesús, pueden conseguir lo que afanosamente buscan sin conseguir nada; inclusive aquellos que niegan la existencia del Creador, no pueden evitar la expresión de su propio espíritu al decir: “Gracias a Dios soy ateo”; un ateísmo que seguramente va en contra de las falsas deidades que inventa el hombre y que son simple reflejo de la ignorancia y la soberbia.

Vivimos, una vez más, los días santos dedicados a recordar a Jesús y su entrega en pro de toda la humanidad. Lo que corresponde es actuar en consonancia con lo que es la fe, la misericordia de Dios y la esperanza de lograr una perfección sabiendo que el Señor está con cada uno de sus hijos aunque aparentemente haya abandonos de su parte cuando, en realidad, Él está junto a cada uno formando y fortaleciendo caminos seguros de salvación.

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