Gladys Mamani Matías
Un conocido pensamiento oriental dice: “un hombre para ser verdaderamente tal, debe haber tenido un hijo, debe haber plantado un árbol y haber escrito un libro”. Es verdad que muchos de los seres humanos hicieron lo primero y lo segundo, pero muy pocos escriben un libro. Por ello es importante analizar lo que implica una verdadera enseñanza.
Tener un hijo es algo bello, aunque requiere obrar con responsabilidad para transmitir valores y principios, aunque se tenga que aprender en la escuela de la vida. El mejor padre es aquel que deja como herencia al hijo la capacidad de ser justo, verdaderamente bendito y responsable en su contexto social.
Haber plantado un árbol también trae satisfacción, porque los árboles embellecen, vivifican la naturaleza, prestan mil utilidades a los seres humanos, a los animales y al paisaje en general. Quien planta un árbol puede sentirse satisfecho, porque a través de esta acción armoniza la convivencia del ser humano con el cosmos y la madre tierra.
Haber escrito un libro es mucho más, debido a que los libros son concentrados de ideas de su autor, y reflejan el mundo subjetivo del ser. Muchos creen que haber escrito un libro es lo mejor que hicieron; en este caso surgen dos tipos de textos sobre la base de su contenido. El libro puede ser el reflejo de una mente recta o puede serlo también de una mente equivocada. Entonces el maestro o maestra debe ser guía de los estudiantes, para que desde las escuelas cultiven el espíritu sensible y la mente como gran potencial de desarrollo intelectual, para que maduren y sean capaces de escribir libros que ayuden a la humanidad, a vivir en paz y en complementariedad con todas las formas de vida que existen. Por tanto, el que ha escrito un libro bueno, de nítidas páginas que nunca envejecen, cuyos pensamientos siempre están vigentes, porque servirán para muchas generaciones, puede sentirse bendito.
En nuestro país, el nuevo modelo educativo en su esencia implica el desarrollo de una educación verdadera, pues escudriña las escrituras que dan testimonio de realidades y vidas. Por tanto, a los docentes y estudiantes nos toca seguir siempre adelante, con la vista fija en el horizonte, hasta hacer realidad nuestras aspiraciones.
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