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En medio de incidentes provocados por descontentos con las tendencias de las circunscripciones electorales, continuaba este fin de semana el conteo de votos con una premisa aceptada claramente por todos: el partido de gobierno perdió y sus autoridades deben trabajar inclusive con candidatos que no querían ver como vencedores. La incertidumbre que cubrió los resultados para la gobernación de Beni fue un coletazo de la decisión inédita de la Corte Electoral de anular de un plumazo al principal partido de oposición y a todos sus candidatos.
Todavía ruborizado por la magnitud de su decisión, el TDE beniano caminaba como sobre campo minado antes de contar cada voto del millar de las comunidades del Tipnis que aún faltaba. El resultado anunciado al mediodía del viernes dejó una amplia sensación victoriosa, en especial para el candidato marginado Ernesto Suárez y el nuevo delfín de su partido Darlos Dellien. Ambos lograron la hazaña del desempate en una de las campañas electorales más controvertidas y más exiguas de la historia: sólo en un par de días o “en cuatro horas efectivas”, según Suárez. Al candidato gubernamental Alex Ferrier le faltó menos del 0,5% para una victoria plena que evite el desempate.
El mensaje venido de Chuquisaca no era claro este fin de semana, pues el resultado final deberá esperar hasta el domingo que viene, cuando el tribunal departamental habrá decidido sobre una excepción del MAS, renuente a aceptar la posibilidad de una segunda vuelta para gobernar el departamento.
Aún espera la mano tendida de Soledad Chapetón al Primer Mandatario desde que su victoria se volvió inobjetable. El viernes, la alcaldesa electa deleitó a la audiencia televisiva exhibiendo modos sencillos e ideas claras y bien articuladas, en una lección nacional de lo que produce el empeño por una mejor educación, aun bajo las privaciones comunes a muchos hogares bolivianos.
Por lo general, las victorias tienen muchos padres mientras que las derrotas suelen ser huérfanas. El Alto era considerado por el MAS como su propia casa y la derrota en el mayor municipio de todo el altiplano encontró sólo dos explicaciones oficiales. La primera fue un error causante de gran confusión, pues partía de la creencia de que la derrota habría resultado del machismo de los alteños. La explicación no reparaba que quien venció es mujer. La segunda fue otro traspié, al responsabilizar de la derrota a la corrupción, sin ofrecer mayores especificaciones y sin aclarar por qué la admisión fue tan tardía.
En la pugna por la alcaldía de Cobija, el triunfo de Luis Gatty Ribeiro, por Pando Unido y Digno, ha sido también un logro notable, en un departamento donde la presencia del gobierno ha sido indisputada todos estos años. De la otra esquina, Iván Canelas, del MAS, ganó la gobernación de Cochabamba con holgura. Pero el partido de gobierno perdió la lucha por alcaldía, que ganó José María Leyes, del Movimiento Democrático Social, el partido emergente fundado por Rubén Costas. Sólo en Potosí el partido de gobierno pudo ganar la gobernación y la alcaldía de la capital. En Oruro también tuvo que dividir honores.
Mientras son aguardados los resultados finales de estas elecciones toma vigor la pregunta sobre si el ciclo político que empezó a delinearse hace más de una década sobre la región latinoamericana ahora empieza a declinar.
Son visibles las manifestaciones de inconformidad en países regidos por corrientes de signo político similar a la que rige en Bolivia. En el vecino Brasil las señales que ensombrecen al gobierno del PT son fuertes. La presidente Dilma Rousseff tiene el nivel de aprobación más escuálido bajo el PT: 12% de acuerdo con una de las más recientes encuestas, en línea con la debilidad de su economía. Los fenómenos económicos suelen expresarse como en dominó: el movimiento de una pieza condiciona a la siguiente. En Argentina, la contracción del PIB puede llegar este año del 1,3%, lejos del 7% que se asoma en Venezuela pero gigante para el vecindario de Bolivia.
A las nuevas autoridades les tocará administrar gobernaciones y municipios en una época de austeridad, un adjetivo repasado con poca frecuencia en los últimos tiempos.
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