Hace pocos días, un programa de investigación de una cadena de televisión, ha mostrado la situación patética por la que atraviesa una escuela pública: aulas con espacios mínimos donde los niños no pueden moverse a ningún lado, contienen bancos y sillas destartalados y tan juntos que hacen imposible que los niños se acomoden con alguna holgura, paredes y pisos sucios; niños apiñados en espacios que no brindan ninguna comodidad; en fin, todo muestra abandono, descuido, nomeimportismo, desidia y, prácticamente, resignación de la profesora que, por vocación y amor a la niñez, debe educar a muchos niños donde sólo deberían caber máximo 10 estudiantes.
Se trata de la Escuela Cuba; este drama no es solamente de ese local escolar porque la mayoría que depende del Ministerio de Educación o la Alcaldía, viven en abandono y sin contar con el moblaje necesario y mucho menos con espacios que sean dignos y cómodos; hay escuelas y colegios que evidentemente han sido refaccionados, pero en su fachada exterior, ya que en el interior reina la pobreza y el descuido extremo con ventanas sin vidrios o, si tienen, están sucios; con puertas y ventanas descuidadas, moblaje escolar sin atención alguna y, como el caso de la Escuela Cuba, con “muebles que, se dice, son patrimonio nacional y no tienen reparación alguna”.
El Gobierno hace ostentación de contar con mucha liquidez financiera y se refiere, muchas veces, a la urgencia de atender la educación en todo sentido; pero sería interesante que el Ministro del área visite alguna vez esos locales y compruebe el abandono en que se encuentran; que vea cómo están los niños y qué incomodidades sufren, hasta el extremo de pasar por encima de los bancos para llegar a un sitio que sea ocupable para atender las enseñanzas de la profesora.
Se hace ostentación de gastos dispendiosos, de aviones, automóviles y oficinas de lujo en la burocracia gubernamental y hay excesos que no tienen explicación y que, comparados con la pobreza de muchos locales escolares, resulta que el dispendio absurdo e inútil es un serio revés para la población cuyos niños reciben educación en esos locales. ¿Qué se espera de una niñez que para estudiar debe sufrir calamidades de toda laya? ¿Por qué no se atiende con presupuestos especiales el arreglo de muebles, la fabricación de muchos otros, la ampliación de las aulas, la provisión de material escolar como pizarras, tizas, almohadillas, etc., etc.? ¿Y cuánto se puede decir de los servicios higiénicos?
El hecho de que un canal de televisión muestre la tragedia que comentamos debería ser imitado por todos los medios de comunicación porque no es posible concebir que la niñez sea maltratada y descuidada como se ve en el ejemplo que mostró el señalado canal. Es tiempo, pues, de gastar el dinero del Estado en lo que se debe y no hacerlo con holgura en lo que favorece solamente a pocos altos funcionarios. El caso señalado es patético y es dolor por el que pasan las escuelas del país.
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