El Presidente y el Vicepresidente del Estado han hecho sendas declaraciones acerca del descalabro que sufrió el oficialismo en la elección de gobernadores y alcaldes municipales en la mayoría de los departamentos del país. El primero, Evo Morales, atribuyó el fracaso a la corrupción y el machismo, mientras que el segundo, Álvaro García, coincidiendo, naturalmente, con el primer mandatario, concluyó que el plebiscito mostró que el tolderío gobernante seguiría siendo la más importante fuerza del paisaje político.
Empero, se puede decir que si bien esas fueron el origen de la derrota, se puede agregar que la verdadera causal que produjo ese fatal resultado fue la crisis general en que se encuentra el país, en cuyo fondo se encuentran candentes problemas estructurales sin resolver y recubiertos con una capa de aparente bonanza y prosperidad, creados por la forzada publicidad oficial que ha alcanzado niveles increíbles y dudosos y parecen algo así como una botella de agua con etiqueta de cerveza.
La crisis general del país se caracteriza porque no existe verdadero desarrollo desde adentro, sino que durante los últimos diez años, lo único que ocurrió fue que con las mismas viejas condiciones coloniales y feudales, el Gobierno gozó del festín de altos precios de las materias primas en el mercado internacional que le permitieron aparentar buena salud, meter la mano y aprovechar de las repletas arcas abiertas del Estado para hacer gastos faraónicos a granel que, finalmente, dieron la falsa impresión de que todo era una maravilla y “vamos bien”.
Se puede afirmar que si el gobierno de Evo Morales no hubiese gozado de los altos precios del gas, estaño y otro durante casi diez años, no hubiese subsistido mucho tiempo y que únicamente esa extraordinaria ventaja le permitió sobrevivir y aparentar que no sólo era un éxito económico sino también político. Esos altos precios fueron en realidad despilfarrados y en el fondo de la realidad nacional no hubo el menor cambio, pues seguimos en la antigua pendiente inclinada del coloniaje y el feudalismo y aun yendo más atrás, de acuerdo con la ideología populista de los sapientísimos asesores que pululan en las altas esferas de la burocracia y consagrada en la Constitución Política vigente.
El malestar que ha producido en el presidente Evo Morales el descalabro no puede ser menos ostensible y más aún cuando su optimismo había llegado a extremos notables, pero que lo condujeron a un final dramático que nunca esperaba. Sin embargo, ese desastre no sólo debe atribuirse a la errónea perspectiva del mandatario, sino al lamentable asesoramiento del entorno que le rodea, que en borrachera de poder y corrupción, le mostraron un panorama irreal y subjetivo que, naturalmente, terminó en la catástrofe, situación que ya es irreversible y revela que el ciclo ha concluido. Aquí no es un tornillo del último engranaje el que causó la debacle, sino que fue toda la maquinaria, en todos los engranajes, la que ha colapsado.
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