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Dirigentes de prestigio internacional enfilan baterías para sumarse a la defensa de líderes venezolanos encarcelados por el régimen de Nicolás Maduro, en una actitud colectiva a favor de los derechos democráticos que perfila un movimiento en ruta opuesta a los regímenes socialistas del Siglo XXI. El paso anunciado por Felipe González (España), Fernando Henrique Cardoso (Brasil), Aecio Neves (Brasil), Alan García (Perú), Irving Cotler (Canadá, defensor de Nelson Mandela) y otros líderes de DNA democrático reconocido, ha molestado al régimen venezolano cuando sobran los dedos de una mano para contar a los países que lo apoyan sin cuestionarlo y crece la inconformidad con el silencio de los gobiernos simpatizantes del “chavismo”.
El trabajo del equipo legal potenciado por esas personalidades puede convertirse en el mayor desenmascaramiento de una situación que, para un gran número de venezolanos, es una distopía, la utopía al revés que se vuelve indeseable porque representa el polo opuesto de lo que muchos soñaron.
Son cada vez menos los venezolanos convencidos de que en su país existen las libertades básicas; son cada vez más los que creen que la libertad de la que gozaron durante décadas ha desaparecido, y que la propaganda monótona proclama logros que se desvanecen con la escasez de casi todo, en un país que años atrás era sinónimo de abundancia.
La perspectiva de mayor visibilidad que supone la acción de los nuevos defensores para los detalles de la crisis en que está sumido el país bolivariano no es grata a los ojos oficiales. “Malandro” ha sido el calificativo más liviano que las autoridades venezolanas han endilgado a González. A partir de ahí se puede medir el calibre de otros adjetivos.
En las décadas de 1960, 1970 y 1980, Venezuela fue refugio seguro para muchos militantes de izquierda que huyeron de las dictaduras del sur del continente. Allí encontraron acogida y oportunidades que se les negaba en sus países. La presencia de líderes de talla mayúscula al lado de los encarcelados es una respuesta incómoda para el silencio con el que ahora los regímenes de izquierda condonan las medidas que aplica el régimen de Maduro sobre sus opositores.
Ese silencio puede empezar a romperse cuando la defensa robustecida de los líderes encarcelados empiece a ganar una resonancia mundial mayor y se afirme la idea de que en la nación líder del Socialismo del Siglo XXI rige una distopía.
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