La Organización de Naciones Unidas (ONU), máxima instancia del pensamiento político del orbe, tuvo la condescendencia, tolerancia y magnanimidad de prestar oídos a la demanda marítima boliviana, quizá desde el inicio de sus actividades.
He aquí, por ejemplo, las palabras pronunciadas, en fecha 21 de junio de 1945, ante la Sesión Plenaria de Clausura de la ONU, por el embajador Víctor Andrade Uzquiano:
“Mi pueblo, enclaustrado en las montañas de los Andes, mira hacia el futuro con fe en la Organización Mundial, convencido de que ésta, algún día estudiará los problemas que emergen de la condición mediterránea de Bolivia y reconocerá el derecho que tiene ese pueblo enclaustrado para vincularse con el resto del mundo a través de un acceso libre y soberano al mar”.
“Bolivia siempre ha respetado los tratados y compromisos que ha suscrito”, agregó.
Y hace aproximadamente 50 años el canciller de Bolivia, José Fellmann Velarde, en la sesión del 28 de septiembre de 1962 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, reiteró:
“Bolivia oportunamente invocará el espíritu de solidaridad de todos los pueblos, al que ha contribuido tanto, para que se llame a una solución de justicia a la tragedia de su enclaustramiento. En esta hora de derecho, cuando se imponen los nuevos conceptos de solidaridad internacional, no hay razón que justifique la existencia de una Nación, de toda una Nación, que continúa prisionera”.
“En cada boliviano, sin exclusión, existe la voluntad inquebrantable de volver al mar”, indicó.
Por lo visto Bolivia tuvo la oportunidad de clamar, desde esa alta tribuna internacional, justicia, que le permita recuperar su cualidad marítima, arrebatada por la salvaje invasión de 1879.
Dichas intervenciones se constituirán en valiosos testimonios que secundarán, de una u otra manera, la demanda que Bolivia interpuso ante el alto tribunal de aquel organismo internacional, en la búsqueda de recobrar su salida libre, útil y soberana al Pacífico, mediante actitudes civilizadas y, entiéndase bien, sin violentar tratados.
Por consiguiente la ONU conoce, de antemano, los pormenores históricos del centenario diferendo que enemista a dos países vecinos, poniendo en vilo la paz regional. Y entre su ampulosa documentación, de interés no sólo latinoamericano sino mundial, está diseminada la inquietud boliviana que exige a Chile una solución dialogada a su encierro geográfico, tan injusto y humillante.
“Bolivia mantiene su reclamo de una salida al mar por el Pacífico”, señala, a propósito, el trabajo denominado “Paz y seguridad en América Latina y El Caribe en los noventa” editado por la ONU, en Lima - Perú, en 1992. Véase la página 367.
Menciona, asimismo, la iniciativa boliviana intitulada “Situación Resultante de Conflictos Anteriores y Posibles Soluciones para Armonizar el Ideal de Mantener la Paz con esas situaciones”, relativa al problema que enemista, desde el Siglo XIX a Bolivia y Chile. Véase la página 150.
En suma: quienes administran la justicia internacional conocen, de algún modo, el conflicto boliviano - chileno y obrarán en consecuencia.
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