Se ha anunciado, por tercera vez, que la Cumbre Agropecuaria denominada Sembrando Bolivia se realizará en Santa Cruz el 23 y 24 de abril.
Por mi interés profesional en este tema, me puse a recordar que Santa Cruz es una tierra donde sus ciudadanos libran una batalla de más de 400 años por un solo interés: ser los proveedores de alimentos para Bolivia y proveedores de exportación, en una batalla siempre en desventaja, frente al poder político central ubicado en la parte altiplánica.
La anterior afirmación se basa en el recuento de algunos hechos históricos. El primero, la batalla por establecer la actividad azucarera, como motor de la economía cruceña a partir de los primeros años de la colonización de la región, como relata Fernando Aníbal García, en su extraordinario texto: “Historia de la industria azucarera cruceña”, cuando apunta: “la presencia de cultivos de caña de azúcar representó para los ibéricos el inicio para la consolidación de sus proyectos sobre el suelo conquistado, puesto que estaban destinados a sustentar el proceso descubridor” (pág. 32).
La actividad azucarera sirvió para consolidar la organización desde la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, pasando por Warnes, Montero, Portachuelo, Cotoca, consolidando núcleos urbanos en torno al cultivo y los sitios de molienda de caña para convertirla en azúcar.
Pero ese esfuerzo, en los siglos posteriores, se convirtió en una lucha desigual entre estos grupos humanos que buscaban desarrollar la actividad para abastecer los mercados de la parte andina, dedicada a la minería, en torno al cerro Rico de Potosí, posteriormente de otros minerales que eran exportados a los países industrializados, porque estos grupos preferían consumir azúcar producida en otros países de la región, particularmente Perú, para bajar costos y favorecer sus exportaciones.
La política argentina entre 1784 y 1880 para integrar su territorio mediante los ferrocarriles fue un duro golpe a la economía azucarera de Santa Cruz, ya que gracias a este nuevo medio de transporte las provincias del norte argentino pudieron expandir su producción de azúcar, barriendo del mercado a la producción cruceña.
En la siguiente fase de la política internacional, el “Tratado de Petrópolis”, firmado en 1903, puso fin a la Guerra del Acre, perdiendo Bolivia doscientos mil kilómetros cuadrados, lo cual después de un periodo reactivó la extracción de la goma, lo cual significó un polo de desarrollo y una posibilidad de mercado para el azúcar cruceño. Al concluirse el ferrocarril en 1912, sin embargo, cayó el precio de la goma y el ferrocarril a su vez permitió el ingreso de mercaderías extranjeras, lo cual nuevamente se tradujo en pérdida de mercado para la producción cruceña.
A su vez el Tratado de Paz y Amistad con Chile, firmado en octubre de 1904, entre otros acuerdos creó la obligación para Chile de construir el ferrocarril Arica- La Paz, el cual a su vez facilitó la importación de mercaderías extranjeras, entre otras el azúcar, añadiéndose a lo anterior el gobierno de Ismael Montes, que promulgó la Ley de 28/12/1905 que gravaba con un impuesto al azúcar nacional, quitándole competitividad frente al azúcar blanca importada.
Como señala el texto de Aníbal García, “las políticas nacionales desde 1825 aislaron económicamente a Santa Cruz, frente a ellas no pocos cruceños empezarían a desarrollar ideologías que proponían el federalismo como vehículo para el desarrollo regional”. El héroe principal de este planteamiento sería Andrés Ibáñez, quien por ello sería fusilado, sin juicio previo el 1 de mayo de 1877”.
Esta lucha por el desarrollo económico, y la integración nacional prosigue en los siglos siguientes, según seguiremos comentando en la próxima columna.
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