Supuesto remedio para cáncer
En regiones asiáticas creen en curas milagrosas y poderes afrodisíacos de estos objetos.
BBC Mundo.- El año pasado los cazadores ilegales mataron en Sudáfrica la cifra récord de 1.215 rinocerontes. A la vez, 42 cazadores murieron a manos de los guardaparques y la policía.
Este conflicto cruento está alimentado por una creencia instalada en Asia, aunque equivocada, de que los cuernos de rinoceronte curan el cáncer. Y la persecución y la muerte se intensifican cada año.
“El cazador se acerca al animal, contra el viento. Dispara. Cuando cae, los otros dos se unen y es el momento de extraer el cuerno”, cuenta Eusebio, de 27 años, un cazador furtivo que vive en una de las pequeñas aldeas de Mozambique esparcidas a lo largo de la frontera con Sudáfrica.
“Entonces vamos a nuestro escondite y esperamos que se haga de noche antes de caminar hasta la frontera”.
La zona donde vive Eusebio es desolada y pobre. La mayor parte de la gente vive del cultivo de pequeñas cantidades de maíz y verduras.
Pero Eusebio no quería eso y con la caza ilegal cambió su realidad.
“Me reuní con mis amigos para pensar cómo escapar de nuestras vidas de pobreza. Decidimos cazar un rinoceronte. Primero fuimos a ver al hechicero para averiguar cuál era el camino más fácil. Luego fuimos hasta las montañas”.
En Mozambique ya no quedan rinocerontes: a los últimos se les dio muerte hace dos años. Así que los hombres se dirigieron al Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica, área silvestre en la que los animales se desplazan con libertad.
El parque Kruger alberga la mayor población de rinocerontes del mundo, lo que lo convierte en el terreno más codiciado para los cazadores furtivos.
“Esperamos y observamos el movimiento de los guardas y cuando se hace de noche recorremos largas distancias hasta un sitio al que casi nunca van”, relata Eusebio.
“Allí dormimos. Al salir el sol empezamos la caza. Cuando no hay policías cerca puedes matar al animal, pero tiene que morir con el primer disparo. Si no, se vuelve peligroso. Cortar el cuerno es difícil, pero nosotros estamos acostumbrados a cortar madera con un machete, así que para nosotros no es difícil”.
TODO EN EQUIPO
Los cazadores furtivos usualmente trabajan en grupos de tres personas. Uno le dispara al animal, otro le corta el cuerno y el tercero se encarga de la vigilancia.
En sus primeros cuatro viajes al parque Kruger, a Eusebio le tocó efectuar los disparos y recibió en total un pago de $us 10.000.
Esta es una fracción del valor del cuerno de un rinoceronte en Asia donde se cree, falsamente, que sirve de cura para el cáncer, entre otras enfermedades, y como un afrodisíaco. Allí puede costar cerca de $us 250.000.
El dinero que Eusebio cobró le sirvió para mudar a sus tres esposas y niños de su choza de palos a una pequeña casa de ladrillos y cemento, comprar algo de ganado y montar un pequeño bar.
Aunque no está orgulloso de haberle dado muerte a los rinocerontes sostiene que, de no haberlo hecho, su familia y él podrían estar pasando hambre.
COMERCIO ILÍCITO
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) dice que el delito contra la vida silvestre es la cuarta actividad ilegal a nivel global después de las drogas, el contrabando y el tráfico de personas.
El cuerno de rinoceronte es una de las mercancías más caras del mundo, con un precio de cerca de $us 60.000 por kilo. Vale más, gramo por gramo, que los diamantes y el oro.
Los cazadores europeos casi provocan la extinción de los rinocerontes en el sur de África a comienzos del siglo XX y ya no quedan ejemplares en Mozambique.
Algunas hembras están preñadas al morir, otras dejan huérfanos que mueren posteriormente. “Hay mucho daño colateral. A los 1.200 que murieron el año pasado, hay que agregar otros 400”, dice el veterinario Peter Rogers.
La mitad de la población de Mozambique vive con menos de $us 1 al día.
RESISTENCIA Y FALTA DE CONTROL
El hermano menor de Eusebio, Sebastião, fue uno de los 42 cazadores furtivos que resultaron muertos en Sudáfrica el año pasado. Dejó dos viudas, dos niños y unos padres desconsolados.
Hasta el año pasado la caza furtiva no era ni siquiera un delito en Mozambique y, en ciertos sectores, pareciera haber resistencia a detener el lucrativo comercio.
“La policía y los soldados nos traen las armas para que vayamos a cazar”, dice el padre de Eusebio, Jermiah. “Así que el primer paso es que el Gobierno impida que la policía y los soldados traigan armas desde la capital, Mamputo”.
“Mientras las armas sigan llegando, nuestros niños seguirán cazando furtivamente porque no tienen nada más que hacer”.
Los policías incluso compiten para ser destacados en zonas de caza furtiva como Massingir y Magude, en la frontera con el Parque Nacional Kruger, afirma el periodista mozambiqueño Lazaro Mabunda porque “este es el lugar donde pueden hacer una fortuna de la caza furtiva”.
“Quienes manejan la caza ilegal prácticamente han neutralizado a las instituciones del Estado”, sostiene. “Es por eso que casi nadie es condenado por la caza de rinocerontes. Por el contrario, son los más protegidos por el Estado”.
El director de conservación ambiental de Mozambique, Bartolomeu de Soto, reconoce que el número de rinocerontes muertos va en aumento, pero dice que los cazadores sí están siendo arrestados. Añade que, debido a que la ley fue aprobada recién el año pasado, hasta ahora no ha habido condenas.
Destaca, además, que el tema es una prioridad y que “el gobierno actúa cuando hay un caso de corrupción”. Pero admite que la pobreza, una de las raíces del problema, no será erradicada pronto.
Al otro lado de la frontera el hombre encargado de detener la caza ilegal de rinocerontes en el Parque Nacional Kruger, el mayor general Johan Jooste, dice que sabe que matar a los cazadores no es la solución.
“Siempre vendrán más cazadores a menos que se elimine el crimen organizado, los grandes jefes”, subraya.
BUSCAN CURACIÓN
La mayoría de los rinocerontes son matados por sus cuernos. Aunque no todos mueren: algunos son sedados mientras se le arrancan.
Pero, ¿cómo se cura un animal que queda mutilado de esa forma?
“El mayor reto es el tamaño del animal y el hecho de que no se puede hacer mucho cuidado posoperatorio”, dice el cirujano Johan Marais.
A una hembra llamada Leonera le arrancaron el cuerno y parte del rostro con una motosierra. El animal quedó deambulando con sangre brotándole a borbotones.
Para alejarle las moscas, los veterinarios cubrieron la herida con un yeso hecho de fibra de vidrio, pero el animal comenzó a dañarla al restregarla contra los troncos de árboles.
Así que tuvieron que buscar otra solución.
Decidieron llenar la herida con un material usado para placas dentales y lo cosieron con alambres, rellenando los orificios con pegamento instantáneo.
También le sacaron piel de atrás de las orejas y se la cosieron en su cara. Se trata del primer injerto de piel hecho en un rinoceronte. Hasta ahora ha demostrado ser exitoso y Leonera se está recuperando lentamente en el Centro para Especies en Peligro de Hoedspruit, en el noreste de Sudáfrica.
Sin embargo, hubo una víctima fatal. Leonera estaba preñada cuando fue atacada y el traumatismo le hizo perder su cría.
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