Y mientras el número de rinocerontes cazados en Sudáfrica ha aumentado -desde 12 en 2007 hasta más de 1.000 en 2013 y 2014-, ha surgido toda una industria para proteger al animal.
Un ejemplo es Protrack, la primera de varias compañías privadas fundada para luchar contra la caza ilegal.
“Hay pandillas fuertemente armadas que vienen a matar”, dice su fundador, Vincent Barkas, quien ofrece sus vigilantes a reservas privadas en la zona de Kruger.
“Le estamos enseñando a nuestros guardias a protegerse lo que, desafortunadamente, significa enseñarles a usar armas semiautomáticas, con las que se corre el riesgo de matar a una persona”.
Tumi Morema es el trabajador estrella de la compañía: ha conseguido atrapar a más cazadores que nadie.
Sin embargo, dice que su esposa está convencida de que un día caerá muerto, ya sea a manos de los cazadores furtivos a los que persigue o por el ataque de un animal salvaje. Y Morema agrega que ni en su casa está libre de riesgos.
“Recibo amenazas”, dice. “En la calle me encuentro con personas que me advierten que me buscarán”.
A pesar de eso, Morema dice que entiende lo que motiva a los cazadores más allá de la pobreza y la avaricia.
“Hace muchos años no había cercas y entonces llegó la gente blanca y las puso. Ahora ellos son dueños de los animales y la gente negra siente que le han quitado su acceso a la vida silvestre”, señala Morema.
“Así que no la respetan. Sienten como si los hubieran robado. Ese es el mayor problema. Es lo que causa la caza ilegal”.
Portada de HOY |
Editorial |
Portada Deportes |
Caricatura |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 7.26 Bs. |
1 UFV: | 2.04364 Bs. |
Impunidad |