Todos los políticos, presidentes, líderes del mundo están en las redes sociales opinando, hablando, posteando fotos, textos y haciendo y generando influencia.
Además de la importancia de tener modernas páginas web dinámicas e interactivas, el mundo está impulsando un proceso de formación continua en diplomacia digital.
Es imposible transmitir un mensaje sin estar en las redes.
Las compañías privadas lo entendieron primero: social media, marketing digital; saben del poder de las redes para mercadear, promocionar, posicionar, vender...; los gobiernos latinoamericanos se incorporan de a poco, los europeos, asiáticos y norteamericanos están activando su diplomacia digital en las redes.
En el complejo mundo de las relaciones internacionales, las redes sociales y la nueva diplomacia digital tienen un papel absoluto. Las redes hacen políticas públicas hoy, quien lo niegue está desfasado.
Prueba de ello es que -prácticamente- las redes sociales movilizaron personas que dieron fin a la dictadura egipcia de Hosni Mubarak. Redes sociales, tecnología y activismo son el mar en donde navega esta diplomacia digital, mediante acciones e iniciativas que tratan de influir, participar o atender a los ciudadanos en el entorno digital.
Usar la web y redes sociales para la consecución de los objetivos establecidos en la acción y la política exterior de un país, podría ser la definición tradicional de esta nueva diplomacia digital, sin embargo va más allá: es emplear herramientas de tecnología para lograr hechos diplomáticos específicos que favorezcan a estados en el logro de ciertos objetivos, apoyando, dando fuerza y buscando generar empatías/simpatías con las acciones de la diplomacia convencional.
El Mar para Bolivia es parte de esas acciones usando herramientas globales -para promover la diplomacia digital-, que dan además oportunidad a que otros actores se sumen a las propuestas mediante un fuerte activismo digital.
Hoy todos los ciudadanos se organizan -digitalmente- para promover campañas en redes, de manera que sí tienen un efecto en las relaciones internacionales.
Pónganse a pensar en los millones de clics y opiniones que generó el Je Sui Charlie. Eso genera corrientes de opinión poderosas que nunca más se puede arrancar de la base ciudadana.
La diplomacia digital, entonces, a través de redes sociales (Twitter, Facebook, YouTube, por citar algunos) debe estar presente e introducir objetivos en el “mar” digital en el que diariamente nos desenvolvemos.
Un tuit (trino) mal escrito u ofensivo de parte de alguna autoridad genera condena internacional inmediata, de allí la importancia de tener sumo cuidado y una estrategia puntual en diplomacia digital.
Hay -además- formas de “medir” y analizar la actividad digital de los usuarios en relación con temas específicos.
Sin embargo la era digital permite también que haya WikiLeaks o penetración a conversaciones digitales privadas, de manera que la seguridad también es importante en este marco.
Los estados modernos promueven ciudades digitales para que todos los ciudadanos estén convenientemente conectados; adicionalmente esa participación genera mejores oportunidades para el país. Los estados modernos a través de sus gobiernos están no solamente participando, sino siendo proactivos en esta era de la diplomacia digital.
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