Desde hace alrededor de diez años, el partido de gobierno proclamó a los cuatro vientos que pondría fin a la inseguridad ciudadana y anunció grandes campañas, cumbres, marchas, destituciones en los comandos policiales y disposiciones legales para eliminarla y, en cambio, crear un sistema de “tranquilidad y orden”. Sin embargo, tan bellos ofrecimientos quedaron en un inmenso cero o poco menos y al presente la población en su conjunto se encuentra a merced de elementos peligrosos y, aún más, ciertas autoridades encargadas de la llamada “seguridad ciudadana”, pareciera que son las principales en desvirtuarla.
Efectivamente, la lucha policial contra la delincuencia resulta que no sólo es fomentada sino también ridiculizada por los órganos de seguridad pública, los mismos que en vez de cumplir su misión con responsabilidad, recurren a procedimientos ridículos y hasta estrafalarios para tratar de justificar sus atribuciones.
En efecto, las autoridades del sector, como fiscales y uniformados, en vez de atender los grandes problemas, distraen sus actividades en asuntos de mínima cuantía y “tapan” los de gran magnitud, vale decir que, perdido el criterio y el sentido de la realidad, actúan a ciegas. Por ejemplo, se trató de hacernos creer que la vejación de un niño fue cometida por un perro; un comandante de la Policía declaró que los ciudadanos son culpables de los asaltos y robos porque al caminar con objetos de valor tientan a los criminales y atracadores, quienes caminan libres por las calles, mientras en algunos casos, las personas damnificadas son encarceladas.
Otros casos son ostensibles en esta pérdida de valores y principios, como mostrar “identikits” de delincuentes, pero que más parecen dibujos hechos por niños, o poner en libertad a elementos peligrosos o hacerse los de la vista gorda ante acciones delictivas de magnitud, como atracos, “volteos”, abusos a mujeres, asesinatos, venta de drogas en las puertas o en el interior de unidades educativas, por citar sólo los casos más escandalosos.
Por estos y otros aspectos, no sólo los funcionarios policiales son objeto de burla y crítica de parte de la ciudadanía, sino que esa inútil presencia de la autoridad trasciende al exterior del país y se ha convertido en hazmerreír en las redes sociales y medios de comunicación internacionales y en las cuales son protagonistas fiscales, policías y hasta jueces, a quienes se señala como autores y cómplices no de la “seguridad”, sino de la inseguridad ciudadana. En esa forma, no sólo queda mal parada la autoridad policial sino todo el país, lo cual contribuye a alejar el turismo, las inversiones y ponernos en lamentable desprestigio.
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