[Armando Mariaca]

Unidad para solucionar los problemas del país


Extrañar la ausencia de unidad en el país, es un problema de mucho tiempo. En todos los gobiernos del pasado, y mucho más en el presente desde hace nueve años, la unidad se ha hecho inalcanzable como elemento indispensable para encarar los problemas nacionales utilizando todos los valores que haya y trabajando mancomunadamente entre todos.

Hay que convenir en que, en todo tiempo, quienes han asumido la administración del Estado, siempre estuvieron imbuidos del criterio de ser suficientes, de contar con la capacidad y experiencia necesarias y, sobre todo, con un conocimiento pleno de los problemas nacionales. La verdad se ha encargado, en cada régimen, de demostrar que nadie, absolutamente nadie, estuvo lo suficientemente preparado para manejar el país y, menos, mucho menos, para encarar, con algún éxito, los problemas existentes.

Por su parte, quienes han ocupado los espacios de la oposición, siempre sostuvieron que ellos, de ser gobierno, aplicarían todos los remedios y serían “modelo de administración”. Grave error porque, régimen tras régimen -incluidos los de facto- han fracasado y no han encarado todo lo que debía hacerse y, menos, han intentado utilizar las fuerzas capaces y responsables de todo el país, seguramente porque creían que ello les restaría poder o, también, el temor a que sean propiciadores de golpes de Estado que tanto han menudeado en el pasado.

La soberbia reinante en todos los grupos políticos del país, ha sido el elemento disociador más destructivo para que no se tome conciencia de país y se tenga vocación de servicio; la soberbia, junto a la petulancia de creer que se es lo mejor, lo irremplazable, lo válido para siempre, ha dado lugar a que los poseedores de poder en la administración del Estado o en cualesquiera actividades de la vida privada, no vean ni asomo de capacidad, competencia, responsabilidad, honestidad y dotes profesionales en la oposición o aptitudes en los indiferentes al gobierno para ser parte del poder, para compartir los deberes y las responsabilidades.

Así, las realidades vividas hasta hoy en toda la vida de la República de Bolivia, la unidad que pudo ser salvaguarda de valores y principios para aplicarlos en el país, no pudo ser y, al contrario, se convirtió, directa o indirectamente, en factor de nomeimportismo, complejos de estar perseguidos por el gobierno o complejos de que todos complotaban contra él; esa desunión dio paso a todos los actos de corrupción, como son el narcotráfico, el contrabando, los atentados contra la propiedad privada y la criminalidad que se presentó en sectores marginados moralmente de la sociedad nacional. Se ha dado lugar a las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” que, de alguna manera, mostraban la incapacidad para gobernar, la inutilidad de lo que se haga por carencia de principios. La falta de unidad ha sido factor para que no se conozcan ni atiendan debidamente los problemas nacionales porque todo lo que pensaban o sugerían quienes estaban en el llano, “complotaban contra el régimen y buscaban su fracaso”. Todo lo bueno que pudo sugerirse se hizo malsano en el entender de quienes tenían poder.

Largo y tedioso sería hablar de todos los factores que contribuyen a la desunión y, de ahí, a la falta de amor al país como la exigencia de pedirle todo sin darle nada; de querer que el gobierno lo haga todo cuando mucho pudo hacerse en las propias comunidades; cuando debió aplicarse normas de prudencia y ahorro en los gastos y se malgastó no sólo el dinero del Estado sino el proveniente de la corrupción; cuando hubo oportunidad de mostrar capacidades y se negó ese concurso por no pensar ni sentir igual; cuando hubo necesidad de aplicar cambios y no se quiso cambiar en consonancia con lo que se pedía; en fin, hay mucho para auto-reprocharse, encararse con la misma conciencia y lo que correspondería ahora es cambiar efectivamente conductas y pensar y sentir que todos somos hijos de la misma patria y que tenemos la obligación de darle todo a ella no sólo por nosotros sino velando por el futuro que es de muchas generaciones.

Ahora, ante las realidades que vivimos a diario, cabe preguntar: ¿Qué tal sería pensar en la unidad del país y aprovechar todos los valores humanos que tenga el partido de gobierno y las fuerzas que están en la oposición o en el simple llano? ¿Por qué se debe creer que el gobierno es sólo para unos desconociendo los derechos de los demás? ¿Cuánto y cómo se debe ver el futuro con la unidad y la participación de todos los elementos valiosos que se tiene? ¿Por qué creer que muchos profesionales de alta eficiencia y experiencia que viven en el exterior no volverían al país si se les ofreciese garantías, afecto, respeto y buenas condiciones económicas para que tengan una vida plena? ¿Por qué creer que “el partido” lo tiene todo -cuando se sabe que es huérfano de mucho y que lo poco que tiene, no alcanza para servir bien al país-?

La unidad nacional, haciendo abstracción de toda política partidista, es de urgente aplicación; de otro modo, agravar los problemas, ignorar y menospreciar a una parte de los bolivianos y seguir permitiendo la corrupción, el narcotráfico, el contrabando y otros males que se han hecho crónicos, seguirá en el país y, además, se agrandarán, se agravarán hasta el infinito. Hay, pues, tema para pensar y ver, en conciencia, que es posible remediar, que es posible y necesario que todos los bolivianos vivamos en armonía y consecuentes con principios y valores.

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