Punto aparte
El centenario Club de La Paz ha conferido a Mariano Baptista Gumucio la medalla de 2015, con la que galardona anualmente a las personalidades nacionales que se distinguen por su obra. En esta ocasión, por considerar al recipiendario del homenaje como a uno de los más preclaros intelectuales de la patria, por su invalorable contribución a la cultura de la sociedad boliviana.
Una nutrida concurrencia se dio cita al salón de honor de dicha corporación, que emblemáticamente representa a La Paz, por su ilustre trayectoria cultural y social, que es el legado de sus distinguidos fundadores, decenas de dirigentes y millares de socios que ha tenido y tiene a lo largo de su fructífera existencia.
El Club de La Paz, erigido en templo de la paceñidad, hace poco mereció un apreciado homenaje de la Municipalidad. Su céntrica y atractiva edificación ha sido declarada Patrimonio Arquitectónico de la ciudad, en su máxima categoría.
En el acto dedicado a Baptista, el presidente del Club, Álvaro Riveros, se abstuvo de dar lectura a su extensa hoja de vida, como suele estilarse. A cambio, le dedicó estas expresivas palabras:
“Don Mariano Baptista Gumucio, nuestro caro Mago, consagró su exuberante obra literaria y periodística a los campos del Ensayo, la Pedagogía, la Historia, la Biografía, la Antología y el Periodismo. Esta impecable y brillante obra literaria lo hizo acreedor al Premio Nacional de Cultura del año 1993; al Premio Nacional de Periodismo del año 2011; al reconocimiento de la Unesco con la medalla de la Alfabetización; al Premio “Andrés Bello”, conferido por la Organización de Estados Americanos; y muchas otras distinciones, en justo reconocimiento a su fecunda obra. Tales homenajes no sólo le honran personalmente, sino que horan y prestigian a nuestra institución y a la patria toda”.
Riveros puso también de manifiesto que quien no rinda justo reconocimiento a sus triunfadoras está condenado al fracaso y a la postergación. Y agregó que “nuestra patria será grande y próspera, en la medida que este reconocimiento acompañe a su desarrollo”.
Baptista, al inicio de sus palabras de reconocimiento por la distinción que se le otorgaba, advirtió que él nació en Cochabamba, pero que desde muy temprana edad vino a vivir con su familia a La Paz, por lo que se siente paceño como el que más.
Como parte de la inmensa obra literaria que ha publicado, en los últimos años dedicó a un volumen, de formato mayor, a los nueve departamentos de la República. Cada uno tiene textos suyos, al mismo tiempo registra los que les dedicaron otros compatriotas y visitantes extranjeros. Es impresionante la tarea que se impone para conseguir estos trabajos, de tiempos pasados y actuales, y luego seleccionarlos como un esmerado orfebre de las letras.
A La Paz le ha dedicado ya tres ediciones, desde 1997 hasta mayo de 2013, a cada una de las cuales les sigue agregando otros contenidos, pues no desmaya en el propósito de enriquecerlas con otras producciones más, que merecen también adquirir la condición de piezas antológicas.
De su parte, estos son algunos párrafos que le dedica a La Paz, como un amante que le dirige a su doncella:
“La combinación del cielo más azul del mundo con un sol deslumbrante que calienta pero no abrasa, debieron influir desde siempre para que en la hoyada protegida por la montaña nívea del Illimani se refugiaran grupos humanos mucho antes de que los españoles resolvieran fundar una ciudad en medio del altiplano yermo, que conmemora el fin de sus guerras civiles. Cierto que el río que la cruzaba contenía algo de oro, pero el sitio se halla muy lejos del mar y a una altura en la que el corazón late a un inusitado ritmo, al punto que la primera pregunta que formuló a sus anfitriones paceños el Conde de Keyserling, al llegar a la hoyada, fue “por qué viven a una insensata altura”.
“Podríamos preguntar más bien: ¿Qué influjo tuvo La Paz, para haber crecido sin pausas en cuatro siglos, convirtiéndose en la tercera ciudad de Charcas y sede del Gobierno de la República? Su excepcional posición geográfica justifica en cierto modo el predominio que alcanzó desde la colonia. En América, otras capitales como Quito y México se hallan a mucha menor altura, y en el mundo tan sólo Lasa, en el Tibet, puede disputarle con cuatro metros menos de altura el record de 3.630 sobre el nivel del mar que ostenta La Paz”.
La nuestra es una ciudad de transición entre un pasado semifeudal y aldeano a una urbe moderna, semejante a las capitales de otros países subdesarrollados, aunque en escala menor”.
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