Aníbal Mansilla Peñaloza
La educación boliviana por décadas estuvo sumida en una profunda crisis crónica y acumulada, desencadenando el descontento generalizado de la población, malestar que persiste tras los diferentes intentos de reformas y contrarreformas. En este ámbito continúan las exigencias de los maestros, como principales actores de la educación a ser tomados en cuenta en la construcción de los nuevos paradigmas del modelo Educativo Socio Comunitario Productivo de la Ley 070.
“Educación única”, “maestro único”, “educación de una sola calidad” constituyen las consignas históricas que marcaron el rumbo del pensamiento de ilustres maestros de otrora, que al margen de sentimientos partidistas, de ego profesional o interés sindical, enarbolaron la bandera de la unidad del pueblo boliviano a través de la implementación de “un solo sistema educativo con igual calidad para todos”, para desterrar toda forma de discriminación.
Por décadas el Sistema Educativo Nacional con base en la doctrina y filosofía del liberalismo estableció la bicefalia de la educación, implantando una educación urbana y otra rural, gestando así un sistema de privilegios, una para las elites dominantes y otra considerada de segunda categoría, para los estamentos sociales marginados del agro.
Esta ficticia dicotomía se sustentó en criterios superficiales de carácter cultural, sociológico, pedagógico ideológico y político, etc., cuyos falsos fundamentos supuestamente daban respuesta a las necesidades y exigencias particularizadas de los pobladores del campo, esgrimiendo que debían recibir una educación distinta a la citadina, de acuerdo con sus formas de vida, costumbres, idiosincrasia, etc.
La educación en el orden político siempre fue utilizada como medio o mecanismo de fraccionamiento y destrucción de la unidad nacional, por tanto, el plantear dos sistemas educativos sobre bases inciertas y especulativas, significaba directamente contribuir al fraccionamiento de la mentalidad social boliviana en dos componentes contrapuestos: un modelo educativo citadino de mayor jerarquía y otra rural, considerada como de rango inferior.
La sociedad boliviana y en particular el sector del magisterio en diversos momentos de la historia, una y otra vez, tenazmente asumieron el ideal de reorientar la estructura educativa hacia el “maestro único”. Tal postulado no significaba homogenizar el currículo, mucho menos desconocer nuestra diversidad sociocultural, por el contrario, la concepción del “maestro único” se encuadraba en la vigencia de un solo sistema educativo y un solo escalafón docente que respete y se fundamente en las múltiples realidades culturales y lingüísticas existentes en nuestro territorio.
La Ley 1.565 realiza un avance unificando sólo la parte administrativa y la Ley 070 retóricamente instituye un solo sistema educativo, pero dicha disposición queda simplemente en el plano decorativo y del discurso, constatándose en los hechos la plena vigencia y subsistencia del magisterio urbano y del rural. Esta brecha divisoria entre ambos magisterios se profundiza mucho más por la consolidación del salario diferenciado y el incremento de horas de trabajo al sector rural, que hacen más difícil y distante la constitución del maestro único, tutelado por un solo escalafón que responda a un Magisterio Nacional Unificado.
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