¿Vivimos en la barbarie?

La barbarie está conceptuada en la historia como el estado en el que vivían algunos pueblos en la antigüedad. Precisamente en la Roma del imperio, se denominaba “bárbaros” a los pueblos que vivían en los alrededores de sus fronteras, pues éstos no tenían los refinamientos de vida de los romanos y su cultura estaba considerada como rústica. Fueron precisamente estos pueblos o naciones los que invadieron y echaron abajo el imperio romano y luego se extendieron en lo que es hoy Europa.

En general, aún en este tiempo se considera bárbaros a los grupos humanos que cometen actos de crueldad, salvajismo y deterioro moral, además de reputarlos como violentos y carentes de los principios cristianos de amor al prójimo.

Un investigador francés escribió, hace ya unos años, un libro donde relató el asesinato de un grupo de individuos, entre los que estaba incluso un policía, en el campo deportivo de fútbol de Achacachi. Las víctimas de este cruel asesinato habrían estado robando a los bailarines que, en estado de ebriedad, rondaban el pueblo. Fueron encontrados, supuestamente, in fraganti, es decir con los objetos robados. Fueron llevados al estadio y cual circo romano, luego de recibir brutal golpiza, quemados vivos, mientras el público observaba la ejecución.

Al decir del autor del libro, el entonces alcalde, que luego fue presidente del Senado en el actual régimen de gobierno y ahora desempeña un viceministerio, autorizó la ocupación del estadio para el asesinato.

Otro investigador y periodista español, ganó hace poco el premio sobre crónica periodística “Rey de España”, con la publicación de un relato sobre hechos reales producidos en el pueblo de Ivirgarzama y que fuera reproducido brevemente en un colega matutino de nuestra ciudad. En ese relato se da nombres de las numerosas víctimas de asesinato, por supuestos delitos, efectuados por turbas de exaltados vecinos de esa localidad, que con muestras de crueldad quitaron la vida de numerosos individuos, a título de “justicia comunitaria”. Y como señala el autor del relato, seguramente algunas de las víctimas eran inocentes de cargos. Nadie fue procesado ni se investigó los asesinatos.

Hace un par de semanas, una mujer de origen indígena en Cochabamba, mató a pedradas a un can, demostrando crueldad típica de la gente que vive en la barbarie.

Hace un par de días en la ciudad de Santa Cruz, dos yeguas preñadas de propiedad de un criador, fueron matadas a cuchilladas, por supuestos pandilleros. No olvidemos la matanza de inocentes perros en Achacachi, hace unos años, por gente que en nombre de los “movimientos sociales” que están en el gobierno, querían amenazar a los opositores; en ese penoso acto también apareció el actual Viceministro.

El día de ayer, una autoridad policial denunció que indígenas de Cacachaca están dedicados a la elaboración de cocaína, con métodos modernos. Esto no es nuevo, pues comunidades enteras se dedican al contrabando y narcotráfico, no obstante de haber sido declarados “reserva moral de la humanidad”. Sin embargo éstos son la excepción, pues la mayoría de pueblos indígenas vive de acuerdo con los valores ancestrales de su cultura.

Lo que debemos preguntarnos es: ¿qué está pasando en nuestra Patria, en la que ciudadanos carentes de valores humanos y piedad cristiana cometen delitos colectivos? Esos delitos, según criterio de investigadores extranjeros, como dice el periodista español, serían cometidos por pueblos salvajes de Bolivia.

En una anterior nota en el Decano de la Prensa Nacional, nos referimos a un sacerdote que el viernes Santo en Roma, en el acto religioso celebrado por el Papa, en la homilía expresó: “De qué somos capaces los hombres”, en referencia a la crueldad con la que en este tiempo se corta cabezas y se comete matanzas por fanáticos religiosos y políticos perversos.

En nuestro país, la educación no ha llegado a muchos sectores, especialmente a sectores marginados de la sociedad moderna, especialmente de la educación en valores humanos, que parece que no existen, pese a la abundancia de leyes que se ha elaborado, pero que no se cumplen, ni siquiera por sus autores.