Hace unos días, escuché en un taxi a una locutora de radio y me sorprendió su falta de profesionalismo. Ella hablaba sobre el mar y presentaba a una invitada, pero no podía articular una palabra tras otra. Se notaba que no dominaba el tema y carecía de fluidez.
Apenas lograba pronunciar dos palabras y luego repetía la muletilla “eh”, “eh”. Arrastraba las vocales cuando decía “el temaaaa es queee… eh… y hemos invitadooo eh…a unaaaa eh…especialistaaaa… eh”.
¡Oh, mi Dios!, se supone que los locutores y locutoras deben tener seguridad al hablar, no deberían chapucear con las palabras.
Lamentablemente, abundan los ejemplos de locutores que destrozan el castellano, no pronuncian bien, utilizan términos de mal gusto y hasta se expresan con “malas palabras”, sin ningún respeto a la audiencia.
Afortunadamente, también tenemos buenos comunicadores en nuestro medio que se expresan correctamente… pero son honrosas excepciones.
Y ¿cómo es un buen locutor? Es alguien que tiene un manejo del lenguaje por encima del oyente promedio. Por lo tanto, es un “modelo” de expresión oral. Jamás habla de algo que no sabe o de algo que no conoce. Investiga para hablar con propiedad.
No lee sólo los titulares del día. Profundiza sus conocimientos leyendo libros. Posee un amplio vocabulario, esto le permite expresarse con fluidez y sin muletillas.
Tiene cierto carisma, ese magnetismo personal que atrapa la atención de los oyentes.
A este tipo de comunicadores vale la pena seguirlos. Al resto (a los que tienen mala lengua) es mejor no escucharlos… por salud mental.
(*) Director ejecutivo de Xperticia, empresa de asesoramiento y capacitación
en Comunicación.
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