Desde que empezó el actual régimen político, el pueblo boliviano estuvo observando, de manera sistemática y machacona, la realización de reuniones llamadas “cumbres” dedicadas a “estudiar” asuntos de la más variada naturaleza y conociendo, a la par, que eran financiadas con fondos del Estado. Las localidades donde se realizaron fueron casi siempre lejos de La Paz y tuvieron por sede, en la mayoría de los casos, la localidad de Tiquipaya (Cochabamba) y la ciudad de Santa Cruz
Según seguimiento realizado por la prensa, el número de esos “importantísimos” torneos habría llegado a alrededor de veinte y lo más notable fue que, pese a los profundos debates en torno a temas capitales, no dieron resultado práctico y, por supuesto, se limitaron a especulaciones políticas de todo tipo, pose para la fotografía oficial y, como culminación, jolgorios memorables.
Tan grande rosario de “cumbres” provocó a los periodistas a diagnosticar ese fenómeno como “cumbritis” y a sus propiciadores como “andinistas”, por estar dedicados a vivir de cumbre en cumbre. Asimismo, se anticipó que, en vista de que el procedimiento se difundía con más entusiasmo, en breve el Gobierno -después de realizar la “Cumbre de la reforma judicial” y otras-, convocará a una “Cumbre de cumbres”, de tal forma que sirva para evaluar los resultados de las anteriores y buscar la fórmula que permita a las futuras obtener resultados positivos.
En ese cúmulo de reuniones, la última realizada en Santa Cruz con el membrete de Cumbre “Sembrando Bolivia” ha corrido la suerte de las anteriores, vale decir que fue otra frustración, pese a que sus auspiciadores afirmaron que resolvería la crisis alimentaria, que cual espada de Damocles pende en la cabeza del pueblo boliviano.
Ese sabio concilio -que duró solo dos días con asistencia de cerca de mil delegados de todo tipo de agricultores- no consideró, ni mucho menos, ninguno de los grandes problemas que han llevado a la agricultura del país a un desastre cataclísmico, cuyo síntoma inmediato es que casi todos los alimentos que consume la población son de origen extranjero, mientras nuestros campos han sido abandonados y sometidos a fatales intemperismos (heladas, sequías, granizadas, erosión), tanto para convertirlos en arenales y eriales o bien dedicarlos al cultivo de coca y transgénicos.
Efectivamente, la Cumbre “Sembrando Bolivia” ni rozó los aspectos fundamentales de la cuestión agraria. Hizo oídos sordos, entre otros, ante los problemas del derecho de propiedad de la tierra, la forma de producción, los aspectos del latifundio y el minifundio, el éxodo de millones de campesinos a las ciudades, el abandono de más de 500 mil hectáreas de tierras cultivables en los valles, altiplano y yungas, el retroceso a sistemas de trabajo feudales, la creciente práctica del trueque, etc., que son las causas que han llevado a nuestra agricultura a una crisis sin precedentes y ante las que el sapientísimo concilio se hizo el de la vista gorda y mostró inclinación empresarial y olvido de la agricultura de las poblaciones indígenas.
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