Ciencia
Un experimento logra producir esa sensación y comprueba cómo la percepción del cuerpo cambia el comportamiento.
¿Imagina como sería sentirse invisible? Poder ver sin ser vistos, como le ocurría a Griffin, en la famosa película “El hombre invisible”. Pues aquel argumento ideado por H.G. Wells, que luego saltó a la gran pantalla, puede que deje de ser ficción y se haga realidad, incluso con sus fatales consecuencias.
Los recientes avances en dispositivos de camuflaje han llevado a especular que la invisibilidad sería posible en un futuro no muy lejano. Algunos científicos han tomado como modelos a los expertos en camuflaje del mundo animal, como los calamares. Recientemente un equipo de investigadores presentaban en la última reunión de la Sociedad Americana de Química, unas pegatinas en este cefalópodo que podrían utilizarse para hacer a los soldados invisibles cuando las ponen sobre su ropa.
Otros científicos ya dan por hecho que alguna forma de invisibilidad acabará por hacerse realidad y se preguntan qué efecto tendrá en la percepción del cuerpo y también en nuestro comportamiento. ¿Seremos capaces de perder la noción del bien y del mal como le ocurría al personaje de Wells? Pues en ello están un grupo de investigadores del Instituto Karolinska, en Suecia, dirigidos por Adirigirvid Guterstam, que se han puesto manos a la obra para hallar respuesta a sus inquietantes preguntas.
Para ello han creado en varios voluntarios la ilusión de tener un cuerpo invisible gracias a la realidad virtual. Y curiosamente, han encontrado que la sensación de invisibilidad cambia nuestra respuesta al estrés físico que provocan las situaciones sociales difíciles. Al tener la sensa-ción de no ser vistos, nos sentimos menos vulnerables y disminuye la respuesta de ansiedad social cuando hay que hablar en público, por ejemplo. Su trabajo se publica en “Scientific Reports”.
Se sirvieron de la realidad virtual para crear en 125 voluntarios la ilusión de tener un cuerpo invisible. Para el experi-mento los participantes estaban de pie y llevaban dispositivo de visualización, un visor delante de sus ojos. Al mirar hacia abajo con ese dispositivo, en lugar de su cuerpo veían un espacio vacío.
Para evocar la sensación de tener un cuerpo invisible, los investigadores utiliza-ron una ilusión ya conocida, la de la mano invisible. Pero esta vez querían extender-la a todo el cuerpo de los voluntarios. Para ello tocaban con una brocha en distintas zonas del cuerpo, mientras que, con la otra mano, imitaban con otro pincel exactamente los mismo movimientos en el aire a la vista de los participantes.
“En menos de un minuto, la mayoría de los participantes comenzaron a transferir la sensación del tacto a la parte de espacio vacío donde veían el movi-miento pincel y notaban un cuerpo invi-sible en esa posición”, justo enfrente de ellos, explica Guterstam. “Habíamos de-mostrado en un estudio anterior que esa misma ilusión funcionaba para una sola mano. Y este estudio demuestra que la ilusión de la mano invisible puede, sorpren-dentemente, ampliarse a todo el cuerpo, que se percibe también como invisible”. Las participantes en el estudio decían sen-tirse como si tuvieran un cuerpo hueco transparente, lo que corrobora que la ilu-sión cuerpo invisible fue un éxito.
TASA CARDIACA
Aún así, para comprobar si estaban sien-do totalmente sinceros al declarar que percibían un cuerpo invisible, los investiga-dores hicieron el gesto de apuñalar con un cuchillo en el espacio vacío que ocu-paría el vientre del cuerpo invisible que los voluntarios percibían delante de ellos. Y la ilusión estaba funcionando, porque la res-puesta de sudoración de los participan-tes fue elevada al ver el cuchillo.
Sin embargo, cuando se quitaban el dis-positivo que llevaban sobre los ojos y la ilusión desaparecía, la respuesta de sudo-ración al ver el cuchillo sobre la misma zo-na del espacio no se producía. Estas reac-ciones sugieren que el cerebro estaba interpretando la amenaza en el espacio vacío como dirigida hacia el propio cuerpo cuando se experimenta la ilusión.
Una vez que comprobaron que la ilusión funcionaba realmente, les sometieron a otra prueba. Con esa sensación de no ser vistos, los participantes fueron expuestos virtualmente a una situación social es-tresante, como estar de pie delante de un grupo de desconocidos. Los niveles de estrés percibidos por los participantes fueron más bajos cuando sentían que su cuerpo era invisible que cuando veían su cuerpo. Esa percepción se reflejaba en la frecuencia cardíaca que era menor en el grupo de los que se “sentían” invisibles.
“Su ritmo cardíaco y el nivel de estrés informado fue menor cuando experimen-taban la ilusión cuerpo invisible en com-paración con la situación en la que expe-rimentaron tener un cuerpo físico”, aclara Guterstam. “Estos resultados son intere-santes porque muestran que la forma en que percibimos el cuerpo puede cambiar la forma en que nuestro cerebro procesa las señales sociales.” Y por eso los inves-tigadores creen que los resultados de su estudio serán de utilidad para futuras investigaciones clínicas, por ejemplo, en el desarrollo de nuevas terapias para el tras-torno de ansiedad social.
Pero van más allá y se preguntan “si la sensación de invisibilidad afecta a la toma de decisiones morales, para ase-gurar que en el futuro los camuflajes de invisibilidad no nos hagan perder el sentido del bien y el mal” como ya se plantaba Platon hace dos mil años, con la leyenda del anillo que volvia al pastor Giges invi-sible y sin escrúpulos, señala otro de los investigadores, Henrik Ehrsson, que cree necesario investigar también esta cuestión.
Pilar Quijada
Pilar Quijada@PilarQuijada3http://abcblogs.abc.es/cerebro/ / Madrid
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